viernes, 20 de marzo de 2015

Diosa escondida



A la experiencia compasiva, nutricia, impulsora y llena de fuerza de ese misterioso don por doquier a Jesús de Nazaret le gustaba llamarla “Abbí”. Esta familiaridad con aquel precioso don omnipresente al  que, por lo normal, nosotros preferimos olvidar o evitar, es lo que terminó por derribar al mercenario Saulo de Tarso del caballo, camino de Damasco. Un íntimo fanal consistente en escuchar y actuar, desde el que ya nada volverá nunca a ser igual, aunque, paradójicamente, nada habrá cambiado ni un ápice.

Consentir el don, rendirse y transformarse en él, día a día, necesariamente habrá de brindar sus frutos.


Ven y verás la escondida diosa que te aguarda.


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