“No te arredres nunca ni huyas jamás.
La búsqueda del peligro no es sino
una manera silenciosa
de interrogar al destino”
(Julius Évola, El arco y la flecha)
“En la clave del arco mal seguro
cuyas piedras el tiempo enrojeció,
un corazón en mano obra del cincel rudo,
campeaba el gótico blasón”
(Gustavo Adolfo Becquer, Rimas XLV)
Cuando se piensa en Marianne[1] de Eugène Delacroix[2] como valuarte de la libertad que representa en el imaginario colectivo la Revolución Francesa, pocos son los que reparan en la curiosa prenda que amalgama sus flameantes cabellos.
Prenda que encontramos en varios curiosos personajes de la iconografía moderna actual: Veamos algunos de los ejemplos más representativos:
Como ya habrá adivinado el lector, nos estamos refiriendo a la llamada “Gorra Bermella”, “Barretina”, o gorro Frigio, que aunque en su día fue reivindicado como símbolo de la República, ya estaba presente en las representaciones que se se conservan del dios Mitra y Atis.
Por lo que supone la arqueología, este ornamento bien podría estar realizado en lana o fieltro teñído de gules o púrpura, por las representaciones escultóricas que nos han llegado.
En ésta que se conserva en el Museo Británico, además del gorro frigio, volvemos a encontrar muchos de los elementos que aparecían consignados en el cuadro de Ieronimus Bosch del viajante: Un hombre encintado, un perro amenazador, un toro que es inmovilizado desde su pata trasera. Al que hemos de añadir un llamativo nuevo elemento cosmológico: La costelación de Escorpio, bien asida a los testículos del agonizante animal sacrificado. Unciendo la capa una estrella.
Por lo que sabemos, ese era el tocado característico de los magos medas en la antigua Persia, como refleja de un modo evidente el mosaico de la iglesia de San Apolinar en Rávena:
Está intimamente asociado al tema de nuestra obra, el de la Libertad que libera, que nos hace libres, aunque no por decreto o de forma inmediata, sino tras un lento proceso de ascenso interior, que lleva a una estrella.
La libertad es un ascenso progresivo sobre el dominio de los arcontes planetarios. Un ascenso activo sobre ellos, y un descenso de ellos sobre nosotros, pasivo. Sobre este doble actuar (solar) y ser actuado (lunar) el triple cuerpo termina siendo transformado en algo verdaderamente real, merecedor de un gorro no ya dual sino unificado.
El triunfo frente a la muerte solar del tiempo y el diablo lunar del deseo.
Los orígenes de ese pacto liberador con la Verdad pueden rastrearse en los denominados Misterios de Mitra.
En sánscrito mitra significa “pacto”, “alianza”, por eso los medas lo consideraban bajo el atributo “yazata”, esto es, protector de la Verdad, de la fidelidad a la palabra dada, al juramento entre hombres que se reconocen hermanos. En lengua persa mitra derivó a mehr o myhr, “aquel que desde su remoto astro vigila” con su tocado frigio la lealtad entre humanos, la hace posible con la daga del entendimiento y la ilumina con la antorcha de la sabiduría, atributos presentes desde su milagroso nacimiento: él es el garante de que reine y juzgue la Verdad incondicionada, la única cuyo ordenamiento es verdaderamente libre y no está sujeto a intereses humanos, actuando pues invencible desde el Misterio.
La cueva y la piedra fértil lo vinculan a Hygiea, la fuente de la vida, la serpiente que la rodea, buena prueba de ello. El arco y la flecha a Abaris. Los gemelos Cautes y Cautópates, a las dos conciencias (solar y lunar) que se destilan de su sagrado nectar estelar.
El toro que ha de ser sacrificado para vestirse con su piel se inmobiliza en sus cuartos traseros (físico), se mantiene a salvo de la agitación de los delanteros (emocional) y, garantizando su respiración, se le sangra a la altura del cuello, donde transcurre la amenazadora dualidad cornamental de la vigilia escindida. El dominio de este animal otorga la purpúrea corona frigia de los hombre libres, aquellos que vencieron el triple encadenamiento físico, emocional y mental (los clavos de cristo) de los engañosos sentidos, los iniciados en la experiencia de Alma. Los que han muerto a un estado y nacido a otro, el de la transfiguración.
De su sangre llena de vida brota una nueva realidad-tunel, las espigas que habrán de alimentar un nuevo universo de sentido, más cercano a lo real, a la Verdad.
El cielo y la tierra se unen en el altar del hombre renovado, la sangre estelar brilla palpitante en el corazón del héroe que se ha vencido a sí mismo y, por ello, se conoce. La Gloria celeste, llena de Paz la renovada tierra. El Mitra Solar y el terrestre, renuevan de este modo un mutuo pacto: un juramento.
La Alianza. Hombres y mujeres así son los que se necesitan para celebrar el Banquete Sagrado, la reunión previa de los que habrán de embarcarse en un Viaje Estelar, las viandas necesarias del Pan y el Vino que harán posible que todos comulguen y sean, en común unión, reunidos en Uno.
El suelo del pavimento del mitreo de nos muestra con claridad los grados, que conocemos gracias Eusebio Hierónimo de Estridón y a la precisa descripción que realizó antes Macrobio en su conocida obra.[3]
No todos están preparados para alcanzar la libertad. Algunos prefieren seguir enamorados de las cadenas que les atan a la dualidad mundana, y gozar de los beneficios de tener los pies (bien amarrados) en el suelo.
Esos seres cobardes y acomodaticios, solo conocerán el gorro frigio através de los Pitufos o mediante la fácil información que brinda wikipedia. Más vale la hipnosis social que los mantiene aprisionados a diario en la cárcel mental de los sentidos, que elegir abrirse a la incertidumbre de nuevas realidades-túnel.
Esclavos felices en un mundo Feliz, como adelantó Aldus Huxley en su profética obra[4], que mantienen selladas a cal y canto las puertas que abren su realidad interior:
«¡Oh qué maravilla!
¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad!
¡Oh mundo feliz,
en el que vive gente así!»
¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad!
¡Oh mundo feliz,
en el que vive gente así!»
Una humanidad que se sueña desenfadada, saludable y tecnológica, una vez que la ciencia consiga erradicar la guerra, la pobreza y la enfermedad, un día de estos. Ya queda menos, seguro. Una sociedad hueca ideal y eternamente feliz, aunque para ello tenga que pagar el peaje del Alma. El fin, justifica los medios.
Como señaló acertademente el conductista B. F. Skinner, para asegurar una felicidad continua y universal, la sociedad debe ser manipulada, la libertad de elección y expresión se debe reducir, y se ha de inhibir el ejercicio intelectual y la expresión emocional.
Los ciudadanos son felices, aunque esta felicidad haya de ser necesriamente artificial y "sin alma". El alma va unida al dolor y la angustia, que son parte tan necesaria de la vida como la alegría, y la dan sentido.
Aquellos que prefieran tener libertad de elección, la inhibición de la expresión emocional y la búsqueda de ideas intelectuales tendrán que sacrificar la felicidad. Siempre podrán retirarse como hermitaños a una isla desierta e intenta iniciar una nueva vida, incluyendo un régimen de mortificación de la carne y autoflagelación.
La crisis que, por ser principalmente de valores, es también económica arramblará con el trabajo digno, el amor y la familia. El monopolio farmaceútico, al servicio de general despoprósito, no buscarán abrir nuestra mente al autodescubrimiento, sino propagar drogas para controlar al gentío.
La individualidad cederá a las exigencias de despersonalización colectiva. La educación al adoctrinamiento. La reproducción a los caprichos de la moda genómica de turno. La religión una pose “exótica” en manos de gurús autorizados. La Tradición Primordial, el recuadro de Google.
Lo dicho, un Nuevo Orden Mundial.
[1] Nombre que unifica el principio materno y metamaterno
No hay comentarios:
Publicar un comentario