"Es médico quien sabe de lo invisible,
de lo que no tiene materia, forma o nombre
y sin embargo actúa"
(Servidor de Dulce, 1540)
Imaginemos, por un momento, que te das cuenta de estar atrapado en un lugar terrible al que no sabes cómo has llegado, pero es un hecho que ya estás allí, y se te pasa por la cabeza escapar (sólo a un loco se le ocurre intentar curar al psiquiátrico en el que ha sido recluido). Necesitas un plan.
Lo primero que debes hacer es renunciar de una vez por todas a ser liberado con la ayuda de nadie, sea prisionero o carcelero. Esto tienes que hacerlo sólo, con tus propias fuerzas e ingenio. Pensarlo todo cuidadosamente. Estudiar cada paso. Conocer, más allá de dónde se te permite, cómo funciona tu prisión. En otras palabras, escapar es complicado y requiere de tiempo y esfuerzo. No tendrás más ayuda que la tuya. Repito, nadie te va a ayudar.
La estrategia general es muy fácil de describir pero muy complicada de llevar a cabo. Tu cuerpo, lo sepas o no, está siendo envenenado con múltiples venenos simultaneos que te debilitan y deberás de aprender a evitar ingerirlos, aunque simules haberlos tomado, para no llamar mucho la atención. Sólo esta acción ya te permitirá recuperar la fuerza y lucidez necesarias para poder emprender la huida con éxito.
El plan que te presento funciona. Se confeccionó en Salzburgo, el 10 de agosto del año 1541. Memorízalo y déjalo en la prisión. No lo lleves nunca contigo. Si te pillan con él encima, estarás perdido. No le hables a nadie de él. A nadie.
1. Para recobrar la salud que te han quitado, respira honda y rítmicamente, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Bebe agua limpia a pequeños sorbos. Fruta y verdura abundante. Evita drogas y fármacos. El baño diario es un hábito que debes a tu dignidad humana.
2. Suceda lo que suceda a tu alrededor, destierra de tu ánimo el pesimismo, el rencor, el tedio, la tristeza, la venganza, la pobreza. Necesitas muy poco. Huye como de la peste de los que hablan mal de otros, de los viciosos, de los ruines, de los murmuradores, de los indolentes, de las personas chismosas, de los vanidosos, de los vulgares, de los que viven para su placer o interés. Sólo aprisionarán tu alma hasta asfixiarla si se lo consientes. Es tu responsabilidad. El azar no existe.
3. Haz todo el bien posible a quien lo acepte. Auxilia sin que te atrape la compasión por el auxiliado. El sentimentalismo te debilita, incapacitándote para la huída. Necesitarás mucha más energía de la que crees para escapar.
4. Olvida cualquier ofensa. Piensa bien del que sientas enemigo, sea preso o carcelero. No dejes que en tu alma entre una sola gota de odio. Ama al que te ofende. Se puede.
5. Recógete a diario donde nadie te turbe. Y allí durante una media hora no pienses en nada. Verás el modo de escapar con claridad.
6. Guarda silencio sobre tus asuntos personales. Silencio. Guarda silencio.
7. Jamás temas el daño que puedan hacerte los hombres ni el mañana. Te aguarda la libertad para la que naciste. El único enemigo que debes temer es tu propia debilidad o flaqueza, de las que nacen los insaciables demonios del egoismo y el miedo. Esfuérzate y sirve desinteresadamente. Date a los demás. No hay mayor riqueza que dar. No te quejes nunca. Nunca te lamentes. Domina tus sentidos, emociones y pensamientos. Reina sobre ellos con virtud, o ellos te esclavizarán.
Hasta aquí el plan. A ti te toca encontrar el modo de ejecutarlo en tus actuales circunstancias. Si no logras escapar a nadie podrás echar la culpa. Tuya será toda la responsibilidad. ¡Ánimo! Te esperamos fuera.
:-) Pero hay alguien fuera¡¡¡ Pues yo estoy aquí y no veo a nadie¡¡¡
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