"Al dorado aliento vital, suave brisa o sagrado viento que
rodeaba a las antiguas deidades se le denominada aura y poseía la virtud de ser
favorablemente contagioso. Las personas así agraciadas delatan el favor de
dicha aromática impregnación mediante un sutil campo luminoso que
rodea el cuerpo humano, una emanación de energía multicolor y patrones boreales
que representan y delatan los estados cognitivos, emocionales y físicos del
mortal. Al menos a quien lo sabe ver (o lo simula con astucia) desafiando el
escepticismo tecnológico. Sea como fuere, su brillante durabilidad no excede a
los vistosos y macabros efectos de la plastinación, el embalsamiento de la
tanatoplastia cosmética o la fallera y crematística incineración. Siempre queda
el nostálgico recurso de conservar un mechón capilar, a elegir según la
particular perversión de técnicos, fans o deudos…"
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