viernes, 16 de diciembre de 2011

Ilusión perfecta e imperfecta realidad



Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los avatares bélicos hacían prever que Estados Unidos se alzaría al fin como una nueva potencia mundial, los planificadores del Departamento de Estado, en colaboración con el Council on Foreign Relations, desarrollaron una política para crear un orden global favorable a sus intereses. Así se desarrolló el concepto de Grand Area, una región “subordinada a las necesidades de la economía americana dentro de un marco de internacionalismo liberal,” que como mínimo incluiría al Asia del Este, al hemisferio occidental y a las zonas que habían estado bajo control del Imperio Británico, incluyendo Oriente Medio y sus reservas energéticas, con el fin de constituir y mantener de una manera sostenible su necesaria hegemonía. La planificación de un imperio como el Kázaro siempre ha de ser a muy largo plazo, pero acaba dando sus frutos.


Como de manera acertada y lúcida nos recordaba recientemente el antropólogo social Carlos Granés[1], los boxeadores llaman puño invisible al que resulta más violento, no porque contenga una mayor fuerza, sino porque no lo ves venir. Todas las revoluciones son antes culturales que políticas. Cuando las vanguardia artísticas, encabezadas por el dadaismo, planearon dinamitar el sistema burgués, no lo hicieron desde un ámbito ideológico o através de las urnas, sino desde el ambito artístico, promoviendo la supremacía del valor de la irreverencia hacia arte clásico, con permanentes muestras de sarcasmo, humorada, desacralización e infantilismo, que hoy ya son “normales” en nuestras mentes postmodernas.


Había que extirpar de las conciencias como fuera el valor de la Tradición, pervirtiendo su más puro sentido al asociarlo a lo que ya es antiguo, a lo que resulta desechable por viejo y más anticuado, aquello que es necesario primero periclitar y superar por desfasado, dejandolo sumido en el más puro ostracismo, para luego, de la forma más natural y sencilla, olvidar.


Había, pues, que comenzar envenenando el Arte, después caería, como por arte de birli birloque, todo el dominó del Universo Tradicional.


Da risa ver como los indignado de hoy ya no claman desesperados por “levantar los adoquines” para rescatar la playa o llevar la “imaginación al poder”, sino por poder aferrarse a los mínimos valuartes del imperio burgués, ya casi desmantelado:  poder cobijarse bajo un techo propio, sostenerse dignamente con un salario justo, seguridad en las calles, estabilidad, proteger al Estado… “¡Atajo de débiles sin otra moral que la de salvar el culo”, que diría Fiedrich Nietzsche: “Tienen lo que se merecen…”


El referente del 15-M ya no es un revolucionario Daniel Cohn-Bendit, sino el resistente y  nonagenario Stéphane Hessel. Las gentes se arremolinan en Sol, no ya indignadas, sino más bien aterradas y “alucinadas” por el espanto, viendo como se escapan –sin poder hacer nada- con toda celeridad y por el desagüe todo aquellos derechos que ya creían propios[2], bajo la anónima y brutal apisonadora de los deshumanizados MERCADOS, que tan sólo entienden el lenguaje descarnado de lo “que trae el bien” (bene ficium) a sus insaciables bolsillos. Los 45 billones de PIB real del mundo, derrotados por los 3450 billones de la finanza virtual.
Todo un puñetazo invisible. Y aunque emplear el lenguaje “causa-efecto” no está muy bien visto en estos días de “aseptica” dictadura cientifista, y sin duda sonará para algunos reaccionario, no me resisto a sentenciar lo de que “de aquellos polvos vienen estos lodos”, lodos que necesariamente habremos de tratar de digerir, en ausencia de Stevia, con un poco del aspartame de ese que, gentilmente, nos distribuye Montsanto.




Da igual que seas psicólogo o lingüista. En alguna medida y de modo prodigiosamente variable, tal es la grandeza de la diversidad humana, todos permanecemos afectos a los siete pecados capitales que anidan aletargados en la médula de nuestro más profundo ser y, en la medida que sabemos lo que nos jugamos, nadie muerde la mano que le da de comer. Peligros de arriesgar los garbanzos.


Instinto de supervivencia. Disfrutando de tu cómoda plaza fija de profesor asalariado en cualquiera de las prestigiosas Universidades del Imperio, como la de Hardvard o el vanguardista MIT, se debe vivir francamente bien, imaginando mundos perfectos, pero con el frigorífico lleno y los pies en la tierra. Será por eso que ni Burrus Frederick Skinner se mudó a vivir a ninguna de las comunidades que inspiró su “Walden Dos” o su “Más allá de la libertad y la dignidad”,  ni el reivindicativo Avram Noam Chomsky se quedó demasiado tiempo en un kibutz ni sintió la necesidad de montar un sindicato. Cosas del activismo pacífico. Cada uno lleva sus propias contradicciones como puede. Y así le sucedió en vida antes al idealista Platón y al pragmático Aristóteles, del mismo modo que luego habría de pasarles a los René Descartes, Jean Jaques Rosseau, Wilhem von Humboldt, Marx, Compte, Fourier, Saint-Simon y Orwell… que en un mundo siempre paradógico y contradictorio han sido. ¿Qué tal lleva usted, las suyas?


Nada nuevo bajo el sol. Mentes radicalizadas por la pobreza y la injusticia, luchas de intereses disfrazadas de ideologías, conflictos, despotismos, resentimientos, iras, fanatismos, ansias colonialistas, todo tipo de  despropósitos morales con el consentidor laisse faire de las élites corruptas que, como todos nosotros, van a lo suyo. Da gusto ver disfrutar, esbozando una vez más su cínica sonrisa, al Príncipe del mundo, acercando un nuevo tronco a su crepitante chimenea en Agartha, ahora que ya parece que se intensifica el frío y asoma por la puerta recién salido del horno el 2012, pensando para sí: “vamos, lo de siempre”. Predisponiendose a asistir en primera fila o un nuevo capítulo del  Teathrus Mundi, su particular Gran Hermano: “La cosa parece aburrida. Este demiúrgico guionista, ingenuo soñador de utopías, está bajando la guardia. Con este tostón de crisis, es que se queda uno dormido. A ver qué les hacen hoy, a las humanas cobayas… ¡Que comience el espectáculo!”.

Anda que no le hubiera gustado a Carlos de Habsburgo contar con la actual flota de satélites geoestacionarios e Internet allí donde no se pone el sol. Queda por dilucidar cuál será el nuevo enemigo sobre el que se aplicará la etiqueta de "Terrorismo" aduciendo razón de imperio. Hagan sus apuestas: ¿la conspiración judeo-masónica? ¿el Islam? ¿la libertad de pensamiento?

Yo lo tengo claro. Le recusaban a Noé los suyos lo del refrán: "No decías que siempre que llueve escampa?". Malos tiempos para la lírica... Y la prosa, ya lo verán, no saldrá mejor parada.



[1] Reciente Premio de Ensayo “Isabel Polanco” con “El puño invisible”, Taurus (2011) y autor también de “La revancha de la imaginación”.
[2] Craso error de atribución.

No hay comentarios:

Publicar un comentario