La suficiencia, el reparto equitativo y el cuidado, cuestiones
centrales para encarar el inevitable decrecimiento de la esfera material de la
economía, solo se convierten en horizontes deseables si hay consciencia de la
finitud, la vulnerabilidad y el previsible colapso. Para desconectarse de la
droga dura, hay que pasar el ingrato mono.
No resulta
posible hacer las paces con Gaia y, a la vez, contemporizar con la lógica
fantasiosa y sacrificial del neocapitalismo. El proceso para lograrlo sería sanación.
Sanar para nuestra inhumana especie, para las generaciones actuales y para las
que están por venir. Recomponer los equilibrios conectando con el resto de
seres humanos y no humanos.
Un acto político integrador y consciente para recomponer la vida en común sin expulsiones. Convocarnos a la alegría, al placer, a la dicha, al disfrute aun en medio de todos los sistemas de opresión, patriarcales, colonialistas, racistas y capitalistas neoliberales contra los que nos organizamos. Lograr al fin una hermosa manera de transgresión en este tiempo que nos tocó vivir. Tomar tierra supone así toda una insurrección psicosocial.
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