martes, 27 de marzo de 2012

Necesaria esclavitud.

"Hay cosas en este mundo, más importantes que Dios:
-que un hombre no escupa sangre
pa que otros vivan mejor."
(Atahualpa Yupanqui)
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Ahora que la banca reconoce haber estado trapicheando activos tóxicos, muy por encima de sus posibilidades financieras, a sus humildes clientes forzosos –que ya somos todos- nos corresponde ahora tratar de sobrevivir, malheridos por una sucesión interminable de recortes, ajustes y tijeretazos varios, bien por debajo de nuestras posibilidades humanas.

Curiosa manera de transformar la deuda privada de la Banca en deuda pública, usando el dinero de los impuestos ciudadanos para socorrerla. Curiosa manera de reactivar la economía, eso de tomar todo tipo de medidas para desactivar el empleo (doctores tiene el Banco Central Europeo), creando a posta una suerte de SIPA-D casi pandémico: el brutalmente contagioso “Síndrome de Irremediable Penuria Adquirida” por Decreto. Al menos los bancos ya están vacunados (o eso nos cuentan). Así prosigue, calculada, la agenda de terror y miedo necesarios. La viña ha de ser "sosteniblemente" organizada desde instancias más globales, que ahora -sabedoras del éxito- asoman orgullosas la cara.

Ahora toca arrodillarse ante una Europa, que a su vez permanece arrodillada a los designios del FMI, asumir en silencio las profecías autocumplidoras que auguran el crecimiento de la adversidad y el decrecimiento de la prosperidad, y apostar a favor del capital contra el trabajo: debe ser la nueva ilustración económica del “todo contra el pueblo pero sin el pueblo”, que para crear caos ya nos bastamos y sobramos los expertos. ¿Quién reirá el último?

Por fin hemos descubierto que aquello de la maldición bíblica no fué en vano, aunque una privilegiada minoría quedara a salvo de ella para siempre: crear empleo significa -y ha significado siempre- crear y mantener viva la necesaria institución de la esclavitud. ¿Dónde están ahora aquellos que se prometían libres y de buenas costumbres? Comiendo -sin morder- la mano del amo. Tibios.

Nos creimos aquello de que el trabajo digno era el fin, y el capital su medio, una mera herramienta, cuando las cosas eran y son justo al revés. ¿Cómo pudimos equivocarnos tanto? ¿Quién supo dar tal fuerza al espejismo de la supremacía económica sobre nuestras vidas? Aceptemos la cruda verdad: la mentira triunfa. La dignidad le corresponde al capital, en modo alguno a su herramienta. Así es la realidad. El medio ha de ser sacrificado, en aras de obtener el fin crematístico, la ratio de rentabilidad que exige el dios inversor.

A diferencia de lo que le ocurrió a Balaám (Números 22, 28-30), enviado por el rey Balac para maldecir a sus enemigos antes de la batalla final, yo no buscaré excusas ni me resistiré a maldecir a quienes dicho falso dios bendice. Puesto que llega la hora de la verdad, que sea para todos: malditos sean. “Indignos de ser ofrecidos en sacrificio”, añade certera la burra. No hallarán descanso alguno en el cubículum de la Velatio. Malditos malvados. Malditos sean por siempre. No hallarán descanso.

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[1] Números 22, 28-30

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