"En nuestra época, la noción de experiencia dispone de una
alta estima. Por todos lados se nos ofrece la posibilidad de vivir experiencias
únicas, irrepetibles. Se nos insta también a aprovechar cada oportunidad que se
nos presenta, a no perder ni un minuto en la duda o la ponderación, a hacerlo
porque solo se vive una vez. La idea podría ser familiar, aceptable, de no ser
por esa cualidad casi obligatoria que la acompaña, ese ritmo vertiginoso con el
que parece imponerse y por el cual dichas experiencias se viven menos como
hechos con un sentido específico en nuestra vida y más como una especie de
suma, una acumulación en el sentido lucrativo del término: absurda, que se
ejerce únicamente por la acción en sí o porque se encuentra disponible en el
mundo en que vivimos, como mercancía disponible, previo correspondiente pago, en
un infinito anaquel de últimas novedades…"
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