Quizá -también tú, que renunciaste a la Costumbre-, tras naufragar en las dudas, tuviste que hacer de tripas corazón y, teniendo a gala desplegar una serena fuerza
contenida, aún conseguiste deleitarte en el légamo de la
impotencia o el amargo fracaso.
Sin necesidad de mistagogos, renacer de tus cenizas habrá
de ser ahora el único rito. Su cotidiana práctica, tornada instinto, centro ubicuo en
torno al que deambular, a despecho de aquellas interminables guerras, éxodos y
vicisitudes que aún afligen al orbe, habrá de garantizar quizá tu prevalecer
eterno.
(Disfrútalo, si quieres, completamente gratis)
¡Feliz Día!
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