"El intrigado y escéptico fariseo Nicodemo ben Gurión, al
igual que Pablo de Tarso o José de Arimatea, representan al
sabio judío versado en la Ley que reconoce en Jesús al ungido y
se hace su discípulo. Son figuras transversales laterales que suponen por tanto
un espaldarazo a favor del cristianismo. Llegó de noche, para conversar sobre
el sentido de renacer en el reino celestial del espíritu, Escuchar y Ver. Abogó
con riesgo en el Sanedrín. Fue el encargado de solicitar a Pilato el permiso para desclavar al enaltecido crucificado del madero y proceder a su entierro el jueves. Durante
el martirio final en vez de llorar o dolerse, repitió en
voz baja el Canto del Siervo de Isaías. Finalmente, a la hora de sepultar al cadáver, colabora generosamente con más 30 kilogramos de mirra y aloe para costear el embalsamamiento según la costumbre judía. Una
confianza firme propia de quien conoce por
experiencia que somos vaso de verdad, y al obrar con pureza y sencillez de
intención servimos a un alto designio supremo del πνευμα, sea el que fuere…"
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