martes, 14 de febrero de 2012

Maestría "operativa"

“Hay una economía en la que mandan los hombres
y que alquila dinero para beneficiar a otros hombres.
Hay otra economía en la que manda el dinero
y que alquila hombres para ganar más dinero.”
(José María Aritzmendiarrieta, 1973) 

“El despliegue de nuestra potencialidad humana
se está realizando pese al Estado y pese al Capital
a los que ha pillado a contramano y sin preparar.”
(Fereidoun M. Esfandiary, Upwingers, 1973)

 “Piensa por ti mismo y cuestiona a la autoridad”
(Timothy Leary, Exo-psychology, 1977)




 ¿Cuál sería el máximo grado de realización humana? Y toda vez que lleguemos a un acuerdo consensuado en esta tan difícil cuestión ¿por qué procedimientos y mediante qué dinamismos ésta se consigue?

Todo va a depender de la elección de los ejemplos.

Pongamos, por caso, un murciano cualquiera, al que se le supone un cierto nivel intelectual, tanto en su tiempo como en el nuestro[1]: Ibn Arabí.

Cuando estudiamos la cosmovisión de este autor, nos damos cuenta de que no percibía el mundo del mismo modo que lo hacemos nosotros. Para él la realidad es un signo de Dios. Una afirmación como esa, escuchada desde nuestro esceptico 2012, sería convenientemente triturada por los adalides del pensamiento crítico actual, pero no puede ser atribuida ni a herencias del pasado, ni a dogmatismos ni a planteamientos de tipo irracional. Su testimonio nace del centro nuclear de una experiencia netamente humana. De un estado quizá especial de percepción, del que sólo cabe opinar cuando se experimenta.

¿Posee alguna utilidad real para el hombre moderno reflexionar sobre el alcance de tal afirmación? Quizá no. Hagamos pues algo inútil.

¿Qué necesidad tiene Dios de crear? ¿Para qué otorga Dios la capacidad de entender el sentido de su creación actual a ciertos sujetos? ¿Por qué Dios rehusa ser más explicito? ¿No será que no hay ninguna voluntad tras el acontecer “casual” de los acontecimientos que pueda recibir un nombre cualquiera? O cómo discurrió el optimista de Gottfried Leibniz ¿por qué hay algo en lugar de nada? ¿Tiene sentido pensar que vivimos en el mejor de los mundos? ¿Es así como le gusta a Dios que vayan las cosas? ¿Está satisfecho el Eterno de cómo administran hoy el mundo sus profetas y pastores, de cómo interpretan su voluntad y la transmiten su mensajeros? Y, en caso contrario, ¿por qué no hace nada al respecto?

Han transcurrido ya 300 años[2] desde que el bueno del Dr. Pangloss se hiciera estas y otras preguntas, que a día de hoy, nadie ha sabido aún dar cumplida respuesta y siguen, gracias a Dios, aún abiertas.



No todo el mundo piensa que la perfección humana va de la mano de la proximidad a lo divino. Prefieren, en su caso, entender tal proceso de realización como la construcción de un edificio, por la acumulación gradual de una estructura que se eleva sobre los fundamentos de una buena cimentación. Este planteamiento es el que entendemos más próximo a la cosmovisión atea del ciudadano medio actual.

La mayoría de los seres humanos que abandonan este plano de existencia, lo hacen habiendo experimentado de primera mano únicamente cuatro o cinco estados de conciencia, aunque si les preguntas creen que sólo uno de ellos es el que puede llamarse normal:

·       Vigilia apacible
·       Vigilia irritada
·       Adormecimiento
·       Sueño
      ·       Pérdida de conciencia



Son muchos menos los que, bien por sufrir algún tipo de trastorno, bien por haberse aventurado a explorar las múltiples posibilidades neuroquímicas de la ingesta o introducción de ciertos compuestos en la dinámica fisiológica de nuestro organismo, los que pueden dar un testimonio más ámplio de los estados de conciencia que se pueden llegar a experimentar. Este criterio estadístico justifica en parte el que sean considerados anormales, si es que lo estadístico puede ser aceptado como criterio de normalidad: “El tuerto es el rey, en el país de los discapacitados visuales…”



Nadie diría, a simple vista, al examinar de forma aseptica nuestro desarrollo embrionario, que un cigoto pueda llegar a dar lugar a algo tan complejo como la cognición humana de la realidad. Algunos autores han llegado a afirmar que poseemos tres cerebros, en lugar de uno:

·       Cerebro reptiliano: ligado a la discriminación del potencial hostil/gratificatorio de cada estímulo, ligado a la defensa de la territorialidad.

·       Cerebro mamífero: ligado al etiquetamiento más coloridamente emocional de la experiencia.

·       Cerebro procesador: ligado a procesos implicados en la elaboración de la información, comparación, almacenamiento y recuperación.

Cada uno de ellos forma parte necesaria de la completa estructura del cerebro humano, pero entendemos que es el último el que sería más característico y distintivo de nuestra especie. Sin la alerta reptiliana y nuestros sentimientos mamíferos, no seríamos 100% humanos, sino sólo robots. Pero sin el cerebro procesador, ¿sería correcto decir que hemos superado la animalidad? Más difícil todavía ¿sólo tenemos tres cerebros?

Debemos a Howard Gadner[3] la constatación de que nuestro complejo órgano “tricerebrado”, puede llegar a desplegar hasta ocho modalidades de inteligencia resolutiva de problemas en ámbitos específicos tan diferenciados como el lingüístico, lógico-matemático, espacial, musical, corporal-cinestésico, intra-personal, inter-personal y naturalista.

Una de dos, o Howard Gadner no se atreve a hacer de Dios un problema o, al igual que Ibn Arabí, entiende que estos ocho ámbitos de lo humano son signos de Dios. También puede darse el caso de que el padre de las múltiples inteligencias considere que creer en un concepto vacío de contenido denota una gran falta de inteligencia. O tal vez piense que, por irracional, la dimensión espiritual de la experiencia humana no requiere de ella más que para descartarla.

Sea como fuere, nos encontramos al término de esta obra, en el capítulo ocho, repasando así mismo las ocho inteligencias de Gadner. ¿Quién habría de extrañarse de que diéramos un nuevo giro al ocho?



El primero en dar importancia al ocho, fuera de nuestro ámbito cultural –o eso creemos- pero dentro del ámbito de esa experiencia humana que hemos dado en considerar excelsa o realizada, al comienzo de esta última reflexión capitular fue el hijo de un rey. Hace la friolera de 25 siglos, esto es, unos 2500 años.

Su nombre ha llegado a nuestros días como fiel exponente del ser humano que ha alcanzado su máxima expresión, no a fuerza de estudiar modelos o aprender teorías, no mediante títulos u honores, no por haber pertenecido a una organización de reconocido prestigio, sino poniendo la experiencia propia como verdad irrefutable por encima de todo y ambicionando conocer hasta dónde puede llegar a desarrollar su plenitud un hombre de carne y hueso, que él llegó a alcanzar, gracias a su perseverancia y esfuerzo, a la edad de 35 años: Siddharta Gautama.

No pretendemos hacer aquí un análisis exhaustivo de su testimonio, que hoy es enseñanza para los que se reconocen sus seguidores, inmersos en los albores este siglo oscuro. No tenemos esa capacidad.

Solo nos atreveremos a cotejar las etapas de maestría operativa que en buena síntesis hoy conocemos con la denominación de “Octuple sendero[4], cometiendo la travesura intelectual de asociarlas, de un modo tan absurdo como arbitrario con la síntesis de Patañjali[5], el Evangelio de San Juan[6], la demografía humana[7] y nuestro particular diccionario delirante.

Allá vamos.

Descripción de Natanael. 1, 47
         Visión o comprensión correcta
         Prototipo de la normalidad “humana”

 Convertir agua en vino. 2, 7-8
           Pensamiento, determinación o intención correcta
           Yama – No dependencia de la marea social – C4c

 Curación de un hijo de un oficial real. 4, 50
            Hablar correcto
            Niyama – Autocontrol – C4b

 Curación de un paralítico. 5, 8
            Actuar correcto
            Asana -Postura inmóvil – Calma la ansiedad física – C1

 Caminar sobre las aguas. 6, 19
            Atención Presente o Consciencia del momento correcta
            Pranayama – Respiración - Aquietar y suavizar las emociones      (aguas) – C2

 Curación de un ciego de nacimiento. 9, 6-7
            Esfuerzo correcto prevenir y erradicar lo malo, promover y cultivar lo bueno
            Dharana / mantra – Concentración en un sonido o imagen – C3

 Muerte y despertar de Lázaro. 11, 35-43
            Concentración, absorción o Meditación correcta
            Dhyana – Incubatio – Conciencia No dual (Marta y María)

 Multiplicacion de panes y peces. 6, 11
            Medio de vida correcto
             Samadhi – Vida comunitaria – Agape eucarístico
             Prototipo de la sociedad futura: Una tierra nueva por que ha reencontrado la conexión perdida con el Cielo.




Vivimos en un planeta dominado a partes iguales por el miedo territorial y la culpabilidad emocional, aunque nos guste presumir luego de seres racionales. Cada día mueren en el mundo miles de personas asesinadas por personas estúpidas que actúan solas o en grupo, por razones estúpidas y en todos los ámbitos, incluido el político y el científico, que habrían de dar ejemplo justo de lo contrario.

La estupidez humana gobierna el mundo desde hace cientos de siglos. Si sumáramos esfuerzos y recursos, el mundo y la sociedad actual sería muy distinto del cocktail de intereses, ideologías, fanatismos, censura, violencia, terror que asolan nuestras calles.

Aunque sean muchos los que ahora se benefician oportunísticamente de su existencia (servicios de inteligencia, publicistas, tiranos, líderes de masas…) serán muchos más los que se beneficiarán de su total erradicación. He aquí los resultados de nuestras muy concienzudas investigaciones demográficas. A los que les guste el márketing o tengan interés en rentabilizar sus inversiones, escojan con discernimiento su nicho de mercado:



GRUPO 1. Más del 50% de la humanidad, 3.500 millones de personas, transcurren su existencia humana entre C1 y C2. Son capaces de intercambiar señales y manejar artefactos, pero todavía operan desde la posesividad y la territorialidad.

GRUPO 2. Un 20% han tenido oportunidad de desarrollar su C3 pero pasan gran parte de su tiempo preocupados por las reacciones imprevisibles del Grupo 1 y por una sociedad dominada por valores absurdos, inmorales y peligrosos. 1.400 millones de personas. Catastrofistas.

GRUPO 3. Un 20% ha dado el salto hacia la humanidad y trata de infundir “buen rollo” en el resto sin llamar mucho la atención, sin darse a notar y tratando de mantenerse al margen. Otros 1.400 millones de adeptos a la Galaxia New Age y sus múltiples ramas planetarias. C3 “espiritualizado”. Adventistas del Cristo Extraterrestre.

GRUPO 4. Un 5% de personas que han decidido tomarse en serio su paso por esta vida y descubrir su verdadero sentido dentro de ella. 350 millones de seres humanos, que son la esperanza de nuestro planeta. C4 embrionario.

GRUPO 5. Un círculo al que Gurdjieff denominaba el círculo consciente de la humanidad, formado por sólo un 3% del género humano. Mujeres y hombres que alcanzan a ver donde otros sólo encuentran niebla. 210 millones de ciudadanos, la mayor parte, integrando los oficiales de los ejércitos del planeta. C4 compañeril.



GRUPO 6.  El 2% restante, 140 millones, trabajan como “maestros”, coordinando entre bambalinas el grueso de las maniobras. Y podemos estar tranquilos, porque hablamos de seres verdaderamente iluminados. C4 inchado y ahuecado.

GRUPO 7. Ya no queda nadie más. ¡Que Dios nos coja confesados! ¿Alguna sugerencia?

 
 


[1] Creemos que el mejor estudio pormenorizado de su vida, obra y pensamiento fue el realizado por Claude Addas, En busca del azufre rojo, Ed. Reg. de Murcia (1996)
[2] Esta obra comenzó a ser tecleada en el domicilio familiar del autor el 5 de febrero de 2012, aunque se incorporan algunos capítulos redactados con anterioridad.
[3] Inteligencias Múltiples, Paidós, 1988
[4] Siglo IV a. C.
[5] Siglo III a. C.
[6] Siglo I d. C.
[7] Que como todos los demógrafos modernos conocen, debemos a esfuerzo de Ibn Jaldún (1332-1406). Ver pág. ¡88!

1 comentario:

  1. Querido Gryalito :)
    Cuanto tiempo ha pasado, 10 años... toda una vida... Ahora vivo en la ciudad del amor, Sevilla, trabajo en la Universidad Pablo de Olavide y creo que soy feliz :)
    Estoy leyendo tu libro, te citaré en mi tesis...
    Mafaldica

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