sábado, 2 de marzo de 2013

Medir la conciencia


“Amo a quienes unidos me aman.”
(Proverbios 8, 17)

 

 
 

¿Cómo medirnos la conciencia, cuando cada día asumimos que el abismo se ensanche más y más entre nosotros? ¿Acaso hemos olvidado que el silencio entre dos notas, del modo más misterioso, las une para siempre en nuestra alma? ¿Sucumbimos de nuevo a la llamada del pasado que intuimos en el canto de las sirenas?

 
Quizá nuestra vida no nos pertenece. Del vientre a la tumba, estamos unidos a cuantos nos precedieron en el pasado, a cuantos acompañan hoy nuestro presente. Así, en cada crimen cometido, en cada gesto amable, alumbramos también, de un modo irremediable y preciso, sin saberlo, nuestro futuro.

 
No suele ser buen esclavo quién recorrió las vidas y los mundos. Incluso ahora que las mismas fuerzas ocultas que mueven el mundo agitan nuestros corazones y se revelan certeras en nuestro interior,  guiando por la senda del eterno retorno de nuevo nuestros pasos. Antes de que podamos darnos cuenta, regresamos al ara del sacrificio.
 
 
 
 

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