domingo, 10 de marzo de 2013

Arte y simulacro


“Podemos soportar una infancia marcada
por la desafección paterna,
más no una existencia desprovista de sentido.”
(Rollo May, Coraje creador)
 
“La conexión con la conciencia transpersonal autónoma
(malintencionadamente llamada inconsciente colectivo)
solo puede realizarse a través del propio
(personal e intransferible a cualquier clase de mediación)
proceso de individuación.”
(Carl Gustav Jung, Símbolos de Transformación)

 


 

Toda experiencia inefable lo es en la medida en que se resiste a ser confinada en los estrechos límites del lenguaje racional (hemisferio izquierdo), decantándose más por la fértil imaginación sobrerracional poética (hemisferio derecho) como eficaz soporte simbólico que traspasa las barreras encorsetadas del sentido oficial, metáfora creadora a través de la cual se vinculan operativamente y actúan entre sí los mundos.

 
Conocer (y manipular) el poder de símbolo permite modificar (abrir, ampliar, expandir…) la consciencia, cambiar su grado y modalidad. De este modo el Arte instrumentaliza al artista para sus propios fines y consigue a través de la docilidad y sumisión de éste su verdadero objetivo, saltar el muro obstructivo y distorsionador del lenguaje y conmovernos (atrapar, unirse, conectar, religarse a) el alma.

 
Por desgracia, resortes de acción grupal  artística, de una potencia inusitada (ya sea en forma de danza, banquete o relación sexual), han sido intencionalmente reducidos a vacuo disfrute, frívola distracción, necio entretenimiento, enervando el Arte hasta que no quede de él más que su inerte sucedáneo. Cabe pues, si así lo deseara nuestro lector/a, la noble tarea de recobrar la naturaleza original, no desvirtuada, de algunas cosas, mientras se espera cierta la benefactora muerte.
 
 
 
 

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