jueves, 31 de mayo de 2012

Los restos malolientes de Polinices

"Señores, de nuevo los dioses
han restablecido el orden en la ciudad,
en su justo punto y con firmeza,
tras haberla sacudido con ingente embate."
(Sófocles, Antígona)

"Ninguna sociedad puede legitimar un poder
que abusa de la máscara democrática
para garantizar la libertad salvaje y el lucro ilícito
en la sombra de unos pocos"
(Tio Gilito, Memorias de un neoliberal)





¡Sálvese quien pueda! Ahora que hasta la honorabilidad de los jueces -y su ensoberbecida impunidad- es puesta en tela de juicio, parece conveniente recordarle al Emperador la fragilidad de su efímero trono y la inconveniencia de recurrir para sutil alimento de su mejor pompa a trapaceros sastres. La prudencia invita a seleccionar muy cuidadosamente la compañía en la que se ejecutan actos que deben permanecer protegidos por la discreción, esto es, secretos.

Sociedad paranoide, pulverizada y escindida -más allá de sus átomos más elementales- contra sí misma hasta la saciedad, brutalmente condenada a ser descreída y al espejismo de sentirse libre, que ya no confía nisiquiera en los aduladores que fingen confiar en ella... ¡y grátis!

Egocéntricos e individualistas hasta la médula. Por mucho que nos aflija el tener que reconocerlo, alguién ganó esa batalla. Ahora toca tratar de reunir las escasas fuerzas, restañar las heridas de la insolidaridad, y sumarnos a otros que estén dispuestos a luchar y reclamar, a salvo del par Estado-Capital que nos pastorea, la plaza del bien común, sentido último de la soberanía del pueblo, asunto demasiado importante como para delegarlo a profesionales de la política y otros menos interesados mercenarios.



Por más que traten, una vez más, de contrarrestar la insumisión con la catarsis, ningún acto, por pequeño que sea, será inutil, ni siquiera el del enterrar a los muertos. De tan vistas y recurrentes, las maniobras teatrales del poder ya no distraen ni entretienen a casi nadie, son completamente ineficaces para mitigar el hambre. Es lo malo que tiene abusar de ases en una partida con mafiosos, que puedes llegar a la morgue, pero a trozos: "Hacienda somos todos, pero yo administro los cuartos públicos como me sale..."

Siempre hay algún listo que confunde sus expectativas, deseos y pretensiones de poder, con su derecho a gobernar y respaldar la "libertad" de unos pocos: "No te cortes, tú déjame mandar (administrar) a mí y sepulta siempre que quieras a tus seres queridos... faltaría más. Por cierto, recibe mis oficiales condolencias y mi más sentido pésame. La vida sigue."

Dejad que los muertos entierren a los muertos. Lo dicho, toda vez que la pasta está puesta a buen recaudo y lejos del fisco, sálvese quién quiera, tenga posibles o simplemente pueda. Hasta que los dioses reestablezcan el Orden con ingente embate... ¡Qué bueno es contar con la amistad y el beneplácito de los Creontes! La recompensa de servir en la cocina del pudiente. Estar allí donde hay más y mejores "bollos".

Cuántico y elemental, mi querido Sófocles. Simple física de partículas.


  

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