jueves, 31 de mayo de 2012

Star System

“No hay nada más peligroso y destructivo,
para el poder dominante,
que la verdad.”
(Leo Strauss, Sobre la Tiranía)



Cuando pusieron precio a la cabeza de Al-Farabí, este logró burlar la vigilancia de las puertas de la ciudad, reconociendo su identidad fingiendo estar borracho. Los guardias no pudieron creer que un sabio tan virtuoso pudiera emborracharse, y le dejaron pasar. Esta anécdota ilustra el hecho de cómo el decir la verdad como mentira, puede salvarte la  vida. ¿Qué se puede esperar de alguien capaz de hacer reír, provocar la tristeza e incluso dormir a su audiencia con el espacial “talento” de su música.



El próximo junio, Dios mediante, pasará por nuestras retinas las impactantes imágenes de un feto de elefante disfrazado de astronauta, entremezcladas con arqueología ficción. Ridley Scott se ha superado así mismo como agente de contrainformación al servicio de la distracción y el entretenimiento, con el fin de apartar nuestra mente de los asuntos esenciales. A lo mejor, como hiciera Al-Farabí, tan sólo trataba de salvar su vida y, como bien sabemos todos, el fin de la propia supervivencia, justifica cualquier medio. Si Prometeo levantara la cabeza, pondría su hígado a disposición del Supremo Águila de Zeus. No se la pierdan. Todo un ejercicio de brutal y rancio adoctrinamiento, aleccionamiento y amaestramiento, aderezado con efectos especiales diseñados por ordenador, en forma de costosísima cortina de humo que, sin duda, quienes aguardan agazapados tras las bambalinas sabrán bien como amortizar. La realidad virtual hecha fotograma 3D supera (tapa) una vez más, la incómoda realidad real.



Con la excusa del “crimen noble”, la mente política tras este nuevo señuelo sabrá como justificar debidamente la violenta irrupción en cualquiera de los muchos países árabes geoestratégicos e imponer, casus belli, su mesianismo y férrea voluntad imperial.  ¿Qué más dan unos miles de muertos más, dentro y fuera de las propias filas? Lo importante es garantizar, con o sin la ayuda de los David8, el conflicto permanente que pergeñara George Orwell y se encargó de hacerlo convenientemente imperceptible, mostrándolo descarnadamente como ficción décadas más tarde, la industria cultural del cine: esa hábil fábrica (destructora) de sueños, capaz de ocultar y tergiversar las peores y más reales pesadillas. Poco a poco, pasito a pasito. Como se deben hacer las cosas importantes, las que tienen "interés".



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