viernes, 24 de mayo de 2013

Máscara familiar

“La máscara es el puente a la verdad.”
(Abd Ar Rahmán Al Yami)

“El temor te arrojará al Infierno,
el deseo te expulsará del Paraiso.”
(Rabi’a Al-Adawiyya)




Por más que los más se empeñen en lo contrario, para evitar daños innecesarios, por encima de criterios cronológicos, conviene agrupar a los sujetos conforme a su nivel real de comprensión. La virtud se haya menos próxima de la ética que de la ciencia, tiene menos que ver con la felicidad social que con la propia necesidad de integridad. No suele confundir verdad con manipulación, ni estudio con simulacro. Al igual que ocurre con la vida, nadie puede enmascarar ni imitar aquello que se organiza conforme a la virtud.

La aventura del conocer, siempre comienza por la previa llamada al asombro. A día de hoy, muchos se escandalizan o perturban al descubrir que los antiguos griegos, aquellos ignorantes que vivían sin electricidad e Internet, consideraban al héroe el estado natural del ser humano, toda vez que este había recuperado de nuevo la salud, tras lograr reponerse de la peor y más degradante, por inconsciente, de las enfermedades: la autoimportancia.





No importa el valor de cuanto entregues o hagas llegar a éste tipo de enfermos, verdadera epidemia en nuestros días: ellos se volverán contra ti, al considerarte -no su sanador- su peor enemigo. Complacidos con los meticulosos pormenores de su organizado delirio, se resisten, por todos los medios a su alcance, a enfrentar la verdad. Necesitan de toda la comprensión y amabilidad que puedan proporcionarles aquellos que, sanados de su mal, ya despertaron. Sin ese amor, tan necesario, cualquier cambio sólo es aparente.


Más allá de la propaganda, la repetición y la ansiedad, nada conviene más al verdadero aprendiz que la proximidad vicaria y sanadora del quehacer, sentir, pensar y convivir junto al maestro. La verdadera humildad es la de la apertura. A efectos prácticos, sólo quien realiza el acto de aprender, reconoce al maestro. Por el contrario, nada más absurdo que tratar de racionalizar con excusas la verdad. Cuando la consciencia recupera su lugar, tras su aparente dormición, la vida se revela danza.



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