viernes, 31 de mayo de 2013

Necio temor

“Feliz quien comprende
la causa de todas las cosas.”
(Virgilio)

“No progresa sino quien regresa y comprende.”
(Durante Alighieri, Vita Nuova)




Quienes, llevados por un deseo de beneficiar a la humanidad o por simple infatuación, depositaron toda su fe en la ciencia moderna y sintieron como ésta vaciaba su anhelo de verdad, no debieran renunciar del todo a ella, sino resituarla, en su justa medida, dentro de las limitaciones pueriles de cualquier lenguaje. La ciencia tradicional, que nunca osó desdeñar la realidad autónoma de lo psíquico ni tampoco la fuerza transformadora del símbolo, reaparece ahora como una metodología superior por su carácter integrador, ya que se sabe una ciencia que surge y se reconoce en el alma. Nada más absurdo que partir de la hipótesis –hoy dogma casi inamovible- de que pueda llegar a darse un esfuerzo por conocer “incontaminado” por lo psíquico.

La ciencia moderna se encuentra hipnotizada en el espejismo tecnológico, incapaz de afrontar la sombra del saber tradicional, su contrasentido. La buena noticia radica sólo en la realidad del hecho relatado: “El Reino se encuentra verdaderamente dentro.” Quizá sea por eso que resulte un gran despropósito aspirar a una búsqueda solitaria, allí donde nunca estaremos más y mejor acompañados, lo que en modo alguno significa que todo el proceso resulte fácil ni agradable.



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