“A
través del símbolo
el
tránsito resulta fácil.”
(Máxima
alquímica)
“Somos
parte de una sola gran alma,
de
un único homo maximus.”
(Emmanuel
Swedenborg)
El
contagio relativista llevado a confines internaúticos ha conseguido ya lograr la
disolución radical de los símbolos ancestrales, y con ello su total reducción a
mueca inofensiva, pero también la disociación de lo real en lo virtual. La
catástrofe (gr. inversión, destrucción, ruptura) deja desnudo y al descubierto (inánime)
cuanto estaba velado (gr. apocalípsis). Cabe a cada héroe de sí mismo alzarse
sobre las elocuentes ruinas y reconstruir otra vez el vínculo y realinearse
adecuadamente (gr. symboleion), una tarea que, pese a ser personal, compromete
al conjunto humano.
¿Cómo
reconstruir y levantar en nosotros las columnas del templo simbólico? ¿Cómo neutralizar el
tsunami disolutorio y antropofagocitador de la actual titánica (soberbia) modernidad
tecnocrática, que se presume a todas luces omnipotente por omnisciente? ¿Cómo
librar con éxito, una vez más la necesaria batalla contra el dragón
deshumanizador?
He
aquí las “clavis” que nuestro lector habrá de descubrir y comprender, en la
medida que quiera enfrentar en sí la heroica tarea que da sentido al efímero
acontecer de todo ser humano, conquistar una libertad digna: aquella que es la que
corresponde a un vero Dios, su autosanación. No admitas fórmulas, confusiones,
síntesis simplificadoras ni guiones. Únicamente la propia experiencia de quien
sabe porque saborea. Hubo un tiempo en el que virtual significaba poderoso…
¡manos a la Obra!
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