lunes, 6 de mayo de 2013

Yasîn


“Habéis reducido el hermoso espectáculo de la vida
en mero juego y distracción donde alimentar vuestras
insaciables belicosidad, vanidad y sed de codicia.”
(Qurân 57, 20)





La escisión dual de la conciencia, error cognitivo transformado en invisible dogma social, ha convertido a la occidental en una peligrosa contra-civilización  ciega. El ancestral viaje de la autoconsciencia, lejos de propiciarnos una visión trascendente, nos mantiene atados a la inconsciencia.

Incapaces de reconocer en los otros lo humano que nos constituye esencialmente, caemos en la trampa de la instrumentalización que, como una suerte de boomerang kármico, termina por deshumanizarnos y sumirnos en la trampa dicotómica de la percepción escindida, separada así de lo real.

Cualquier esfuerzo por resolver, superar, amortiguar, disolver, negar o trascender la angustia existencial que germina de nuestra disociación de la realidad resulta vano. La gracia y belleza reparadoras solo pueden provenir del tenue y dulce perfume de una conciencia unificada.



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