“Hasta
ahora, has entendido todo mal.”
(Poimandres)
Pertrechado
tras su corazas de mentiras, aferrado a la precaria comodidad y bienestar de su vital
autoengaño, el ser humano que ha degenerado permanece confortablemente aprisionado en
su mundo ilusorio, escapando de sí mismo, temiendo enfrentarse al vértigo de la
realidad plena que intuye y de la que se esconde.
La intimidad
del conocimiento divino forma parte irrenunciable de nuestra esencia humana, de
su núcleo, allí donde otras formas periféricas de conocimiento nos escatiman la
realidad, de ahí que confrontar su abisal silencio nos resulte algo tan
conmovedor e inquietante, que nos remueve en nuestra totalidad.
El
hemisferio izquierdo, atrapado en la palabra, se muestra inútil para esa labor.
No así el hemisferio derecho, mucho más preparado para desenvolverse en pistas,
intuiciones, paradojas, enigmas, contradicciones, en captar las difusas
indirectas tras lo aparente, en descubrir –tras la reductora mirada
convencional- nuevas y múltiples miradas. Hace falta un gran valor como para enfrentarse al
violento torrente de lo real, a un Amor tan poderoso como para construir
semejante ficción y permanecer empero indetectable. Una gran atención y un gran
valor cotidianos para aceptar ser golpeados por su violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario