“Forte vinus est.
Fortior rex est.
Fortiores mulieres
sunt.
Super omnia vincit
veritas”
(Ovidio)
Un año más, tuve el placer de
compartir, en la recurrente asamblea solsticial, el calor de mis hermanos, en
la espera del nocturno rocío vivificador del que es extraviada reminiscencia el
sorteo de lotería.
Los arcontes parecen cada día más
desesperados, viendo como la calva ocasión de afianzar su psicopática
dominación se les escapa de las manos: “¿Dónde estuvo el error de cálculo?” se
increpan unos a otras… “¿Quién es el traidor?” Elocuente silencio el de los
medios de comunicación, los pobres que no saben ya a qué carta quedarse.
Allí donde la civilización y la
racionalidad había construido el más injusto e irracional de los mundos
posibles, algo –tan sutil como irrefrenable- ha cambiado en el corazón de los seres
humanos que se fingían dormidos. Esa red de redes que no se atreven a cortar se
les ha enredado en el cuello y –cual tiro por la culata- les está asfixiando el
“negocio”. No pueden creer con sus ojos como día a día se desmorona el tumor
social de la autoimportancia.
Allí donde ellos apostaron por la
servidumbre, se han encontrado una “humildad” contra la que no saben combatir.
No pueden reintegrar en la “matrix” una disidencia que reniega del axioma
dicotómico de la dualidad. Tras el umbral del invierno la oscuridad se revela
luminosa, dejándonos entrever el magnífico paisaje que oculta el escenario de la
niebla. Kalipso, la veladora, rabia que rabia, de vernos recuperar la soberanía
ontológica. Ay, los mayas, los mayas… comienza la batalla por control de lo
real.
Andes en lo que andes ahora, que sea para bien. No se me ocurre mejor deseo para nuestra Navidad.
ResponderEliminarun abrazo
Quieres ver reír al Eterno, cuéntale tus planes.
EliminarOtro abrazo.