“La mejor manera de encontrar un tesoro escondido
es recordar dónde fue escondido previamente.”
(Inmanuel
Kant, Ein Handbuch zu Vorlesungen)
El niño auto engañado, que aún se
resiste a morir en mí, todavía siente una especial fascinación por la misteriosa Epifanía
(reconocimiento divino), por sus misteriosos actores y los misteriosos dones que
celosamente supieron guardar en su travesía por el desierto. Algo oculto
(divino) es reconocido de forma explicita (operativa) y exteriorizado por los
que saben (conocen su don) al mundo, así transformándolo.
Quién conoce las potencias en su alma, aquellas que la mayoría desprecia porque las ignora, es ya mago y capaz, por ello, de reinar en lo oculto, vero deus absconditus, porque domina el secreto lenguaje angélico de las dunas y las estrellas, marchando al lomo certero de tan amorosas cabalgaduras. Tres: más que suficiente. ¿Vendrán?
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