martes, 29 de enero de 2013

Imprescindible paisaje


“Soy el dócil escribano
de Quien dicta mis palabras.”
(Ibn Arabí)

 
 
 

La vida de todo aquel en pos de alcanzar la verdad que otorga la condición humana, transcurre como un viaje interior, reflejado en el mapa de un viaje de aparente peripecia exterior, en el que habrá de borrarse toda huella, perderse todo rastro –todo rostro efímero- de identidad. Los desplazamientos por la geografía exterior corresponden fieles al intrépido curso a través de una orografía más íntima, de un recóndito  y abrupto paisaje interior.

 
Sin saberlo, nuestra vida es siempre viaje transformador, una peregrinación obligada al centro desde el que se nos llama de un modo incansable, que en vano tratamos de amortiguar y silenciar, allí donde encontramos un vasto horizonte exterior plagado de signos.
 

Toda vez que la conciencia nos devuelve a la realidad de las cosas, la vida adquiere y recobra la misteriosa dimensión de un escondido periplo nocturno e interminable que no es sino viaje incesante de ascensión interior desde Él, hacia Él y en Él. En el don de existir caben a un mismo tiempo el asombro, la perplejidad y el extravío. En el anhelo de llegar, se alternan el oído y la mirada que descubren que sólo uno es el Viajero, que suyo es el Viaje. Que somos quizá tan sólo efímero e imprescindible paisaje.



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