jueves, 3 de octubre de 2013

Intima amistad

“La esfera de mi alma, encerrada bajo la del cielo,
la del mundo a su vez guarda.”
(Salomón ben Gabirol, La Fuente de la Vida)
 
“Lo esencial es que quién alcanzó el poder
demuestre que merecía ejercerlo.”
(Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano)

 


 
 
¿Qué necesidad hay de querer volar hacia las esferas? Basta quizá con dejarse encontrar por el alma de un maestro en la Ciencia del Amor, capaz de alejarnos de nosotros mismos, de vaciarnos de nosotros mismos y llenarnos así del Amado. Alguien humilde como el polvo, fluyente como el agua, con la virtud de iluminar nuestra alma hasta hacerla resplandecer de Su luz.
 
Quizá solo se trate de un compañero de ruta, un testigo, un amigo cuyo reflejo nos permite adentrarnos en el propio interior si cabe un poco más adentro, avivando en nosotros la llama del Amor y liberando los necesarios obstáculos que preceden al íntimo Encuentro. Entre la contracción del alma a su expansión, un largo trecho te lleva del desfallecimiento in Absentia al gozo in Presentia. El silencioso aliento de la intimidad real. El sendero.
 
 
 

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