domingo, 13 de octubre de 2013

Sombras otoñales

“Ni astros, ni infiernos.
Todo es producido por
el Espíritu en nosotros.”
(Paracelso)

“Todo vencedor se sabe fraude.”
(Alejandro Magno)





¿Cuánto dura un sueño? En realidad, siempre que hay vocación real, no hay prisión que valga. ¿Cómo conseguiste si no guardar y resumir todos tus años pasados, el tapiz de toda una vida, en la estrechez de este mínimo y fugaz instante? Quizá tu fuiste el único tejedor de la red ensueños que hoy te aprisiona. Nadie sino tú sembró este sufrimiento -que ahora te atenaza- en ti. Tuya fue la firme decisión de abandonarte al sortilegio y servidumbre de una nueva pócima. ¿Quién si no tú eligió y adoptó el disfraz que ahora llamas deteriorado cuerpo?

¿Cabe mayor misericordia que la de regalarte un nuevo comienzo, una vida sin pasado ni futuro, una octava más alta, tras el equinoccio de cada instante? ¿Cómo explicarles nada de esto a los que labran la tierra con la mirada gacha? De despertar en despertar, no habrá ningún tirano pensamiento que pueda debilitarte. Hojas marchitas, incapaces ya de lastrar la radical labor de la otoñal savia, toda vez que fue descubierta su naturaleza. Despertado el genio de su sueño, regresan fuegos fatuos y fantasmas al engañoso pantano de la esperanza y comienza la magia. ¡No te extravíen las formas!



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