“Ni método ni dialéctica.
Sólo tránsito.
Transmutación de Tierra y
Luz,
al Agua y al Fuego.”
(María Zambrano, Los
bienaventurados)
La ciencia ha sido capaz
de predecir con total precisión el momento, lugar e intensidad de un desastre natural de
naturaleza geológica, el mismo día que ha sido capaz de provocarlos mediante ondas
escalares (antenas HAARP), de igual forma que un "médico asesino" puede anticipar el
pronóstico del paciente (víctima) que previamente ha
envenenado, con casi total exactitud, dado que conoce el tóxico empleado y que fue él mismo quien eligió la letal dosis. La
ciencia –pese a que nos vende justamente lo contrario, para justificar los
fondos que demanda y recibe- ha ido siempre de la mano de la guerra, esto es,
de la mano de la destrucción que lleva a la muerte. Nadie sabe tanto de la vida
y su preservación, como quién es capaz de aniquilarla. Truco vector. Falsa profecía autocumplidora.
Mico satánico, la ciencia
necia imita a Dios. Al menos, lo intenta: ¡Véanse por doquier los aciagos resultados
de tan tecnológica como ignorante soberbia!
La ciencia sabia, aún
hoy, lo encuentra. Memoria que nace a cada instante.
Aún hoy.
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