“No vivimos sino en un
mundo imaginario,
que transcurre dentro
de Su imaginación.
Sólo el Ser que imagina
imaginar es Real.”
(Abdel Karim Al-Gili)
El hombre dormido, aquel que
se sueña despierto, no desea despertar en modo alguno despertar de su sueño,
desdeñando aquellos umbrales oníricos que le invitan, a través del símbolo, a
despertar a lo Real: el velo, el reflejo de la alberca, el permanente juego de
luces y sombras tras la celosía del alma. Distintos órdenes imaginarios que se
suceden unos dentro de otros y conviven en simultaneidad, ya que el tiempo no
es sino transcurrencia ilusoria.
El encuentro entre lo
imaginado (nosotros) y Quien imagina, únicamente tiene lugar en la posibilidad
que antecede al instante. En ese encuentro, que no es sino autoconciencia,
reflejo, suceden todos los universos. Todo cabe.
Dios se sabe así, Imaginador Imaginado, por primera
vez, cada vez que ello ocurre. Y es en aquel entonces soñado donde aquel hombre
dormido, sueña que despierta. Y se sabe al fin sueño soñado. Y todo, por vez
primera, una y otra vez comienza. Perfecto. Exacto. Simbólico. Como en un sueño.
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