“Desde
que el prodigioso invento de Gutemberg viera la luz,
la
libertad de prensa la decidió siempre
el propietario de la imprenta.”
el propietario de la imprenta.”
(Juan
Luis Cebrián)
“La
recta intención
está
muy por encima
de
los acontecimientos.”
(Myrddin Emrys)
Parece
conveniente que en cuestiones de estrategia y gobierno, se reúnan y debatan en
asamblea aquellos más capaces y preparados en aquestos asuntos, para luego
hacer llegar sus peritas y oportunas conclusiones a toda la ciudadanía a cambio
de un módico estipendio de cuatro o cinco óbolos (salvo el areópago, que era
honorífico), para que ésta se adueñe de ellas y, plenamente soberana, las sanciones leyes.
En la antigua Grecia, empero, existía un freno técnico a la democracia: ninguna mayoría
podría votar nunca en contra de sí misma, abrogando este sagrado procedimiento.
¿Cómo
evitaban entonces que los peritos promulgaran conclusiones pensando más en sus
intereses que en los intereses de la ciudadanía? El mecanismo utilizado era la
eisangelia o “anuncio” de corrupción, donde la ekklesia dirimía ya sin
necesidad de los corruptos expertos y restablecía el orden del modo que
estimara así más conveniente. De ahí la importancia demagógica de apropiarse de -o tener bajo control a- los
medios de comunicación por parte de éforos, arcontes, basileos, magistrados, gerontes o strategos, para salir
indemnes de sus tropelías y prevenir la atimia o, peor aún, su prematura
entrada en el mausoleo por abuso ilícito del misthos. O tempora, o mores, Bárcenas
mediante, muy poco nos parece que hayan cambiado las cosas.
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