"There are more things in heaven and
earth, Horatio,
than are dreamt of in your philosophy."
(Hamlet I, escena V)
"¡Actúa en vez de suplicar.
Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa!
Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes.
Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino."
(Ludwig van Beethoven)
Para
quien, de otoño a otoño, retorna a la vida tras la experiencia de la muerte, y siente cómo deja atrás la victoria junto al Abismo, solo le cabe abandonarse tanto
al sublime gozo de la vendimia como a la completud nupcial tras la boda, donde
la intuición del refinamiento supremo se sostiene en la vida cotidiana y se expresa
en la acción sobre ella, allí donde el instrumento se ofrece dócil al Maestro y
su vibrar es oración. La forma sinfónica clásica sugiere el itinerario místico
de la metamorfosis espiritual que conlleva toda expansión de conciencia
significativa.
Bien
mirada, la partitura de cada vida humana transcurre siempre sobre el invisible
tapiz del inexcusable trasfondo divino, una suerte de tónica en la que
escribimos las notas de nuestros actos y sus correspondientes giros melódicos,
que tratan de latir acorde al pulso esencial. Reposa el afán nuestra dominante
sobre el abrazo de Su tónica. La notación que nos sugirió Guido d’Arezzo no
parece pues, a tenor de estas reflexiones, tan arbitraria. Quizá por ello
nuestro Sol experimenta la tensión cadencial del anhelo de reposar en el Do,
allí donde al Sí le basta con adormecerse a su lado.
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