miércoles, 21 de agosto de 2013

Íntimo astrolabio


“Quien sacia su sed de conocimiento de la Fuente divina,
no se deja arrastrar por prejuicios ni dogmas.
Muy al contrario, les hace frente con su vida.”
(Ibn Habib, Del Paraíso)

“Quien revela su intención la arriesga.”
(Azarquiel, Almanaque de Ammonio)




Lo cosmológico y lo alquímico se hayan indisolublemente ligados, toda vez que se toma conciencia experiencial del vínculo planetario-metalúrgico. Así, el invernal Gabriel, celestial cicerone, muestra sala a sala, los distintos terrazos planetarios en los que han sido aposentados los profetas de todos los tiempos: hierro lunar, para Jesús ben Myriam; bronce para José ben Jacob; plata para Enoc y Elías; oro para Aarón; nácar para Moisés; esmeralda para Abraham y rubí para Adam.

El galáctico derroche lapidario, más allá del umbral saturnal, lo disfrutan los querubes: suelo de topacio, cortinas de xamed rojo y xamed verde, estancias tapizadas de perlas, rubíes y esmeraldas. Más allá, aún aguardan setenta sucesiones de setenta cielos de agua, nieve, granizo, nubes, tinieblas, fuego, claridad, gloria e iridiscencias… como nadie pueda imaginar. Es a partir de la octava esfera querubínica, donde transcurre el problema de la trepidación o precesión equinoccial que se experimenta cuando se asciende por la “secreta escala” sin ir provistos de la adecuada espagiria lapidaria.




La cibernética inquisitorial aún anda al acecho de aquellos osados entrometidos, que desoyen las cautelas y arriban en las ciudadelas de la “deep web”, esgrimiendo las llaves de ciencias antiguas y traspasan las codiciadas puertas interdimensionales sin contar con la autorización del oscuro arquitecto imperial. Es necesario inocular más y más miedo, más y mas terror, para que así se mantenga la agenda y cunda el ejemplo. Queda poco tiempo.


Escrutar las ligeras variaciones en la circunvolución de la peonza con sus intensos ojos azules y ver temblar, sobrecogido,  al mismo Polo. Adornarse el alma, pluma a pluma, para trascender la mezquindad terrena y sobrepasar las desmerecidas esferas. No hay mejor manera de consagrarse a Hermes, honrar a Yabir, acrecentar las mercedes y burlar al carcelario y cegador calendario oficial, allá donde la piedra, desde su íntimo astrolabio, está llamada a alturas más celestes. Aún estás a tiempo.



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