martes, 27 de agosto de 2013

Noble castillo

“Ecce Deus fortior me,
qui veniens dominabitur mihi.”
(Durante Alighieri, Vita Nuova 2)




Convertir al actor en personaje, o transparentar al fotograma en vida, requiere de un acto –no siempre voluntario- de supresión de la incredulidad. Atravesar el trazo de las letras engarzadas desvelando su quimérico sentido, tal y como está haciendo en este mismo momento el lector, no lleva a presuponer, erróneamente, que el amanuense es creador y creedor, cuando sólo es ficción. Le cabe al impostor el arte de mentir en primera persona, dando la falsa impresión de desnudarse tras el disfraz donde mejor se oculta. ¿Hay menos luz en el autoengaño que en la visión? ¿Hacer alas de unos simples remos? ¿Trocar en Dulcinea las menores expectativas de Aldonza?

Allí donde el infierno no es sino sobre determinación absoluta, cautiverio del pensar, el purgatorio nos ofrece, engañoso, alguna posibilidad de elección. Sólo la paradisiaca liberación permite abarcar en toda su complejidad los límites y contradicciones del universo, tornarlos aparentes, trascenderlos. Una liberación que, mal que nos pese, amargo pan de la vergüenza, sólo es real porque es gratuita. ¿Liberados o atrapados en lo que soñamos e intuimos eterno? La palabras aguardan, pacientes, tropezar con el alma, para renovarse allí por primera vez. Como hacen en ti ahora. Ahora.


Misericordioso aquel que estableció dentro de su riguroso orden no ya la posibilidad sino el imperativo categórico de la amabilidad y la ternura. Quizá por ello a cuantos alejó de su rostro les mitigó el dolor con el balsámico silencio, allí donde no cabe ni la sospecha ni el arrepentimiento. Por ello nos reconocen y también por ello, a su manera, sabemos que son de los nuestros. Toda nuestra vida se condensa así en un instante mágico, más allá del bien y el mal: el del reencuentro cristalino con nosotros mismos tras la tragicómica pasión de la última escena en la que ya no cabe el proceder ocultado con el que nos embaucan –no siempre de forma involuntaria- las vívidas vigilias soñadas con las que soñamos desafiar nuestros sueños.



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