“¿Me amará?”
(El Eterno, previo a insuflar
Su aliento sobre Adam)
“Ser capaz de no ser
es el modo auténtico de ser.”
(Abdelmumin Aya)
¿Qué necesidad tiene el puro
vacío posibilitador, capaz de soportar en sí, por sí y desde sí cualquier
atributo imaginado e incluso inimaginable, de negarse a sí mismo y poseer característica
alguna? Igual que el útero genera, desde su fértil ocupabilidad, un espacio
óptimo para la vida, así la vacuidad misma genera a cada instante la
posibilidad del mundo. Puesto que no se da escisión alguna en este fundamental e
interminable proceso, no cabe pues aceptar una esencia sin la posibilidad de
existir, ni cabe entender una existencia que no sea siempre (desde lo)
esencial. Lo entendamos o no, allá cada cual, si viene, conviene. Lo Eterno se
vacía de sí mismo, dándolo todo a cambio de nada, sin guardar recibí de lo
dado, sin reclamar la deuda, sin entrar en el juego del trueque. Amor, el misericordioso
de siempre y Sus cosas.
Desde su insondable vacuidad intrínseca, lo Eterno
genera a cada instante la totalidad de los multiversos, en la inequívoca y
amorosa certeza de que todo (corresponder Su Amor) dependerá ya (si queremos) de
nosotros. Estamos condenados a amar Su libre Voluntad desde la nuestra. El
encuentro no está así garantizado, ya que el Amor, que espera ser amado, permanece
en vilo, se la juega en nosotros a cada instante. El amor no es sino voluntaria
tensión hacia lo nuevo, tensión que sólo es posible desde la total auto
negación del que ama. El eterno puede verse defraudado y perderlo todo en cada
uno de nosotros, es un cofre vacío que espera ser llenado. Allí donde el árbol no es sino esfuerzo de
permanente gratitud hacia la semilla ¿qué vamos nosotros a aportar? ¿Amaremos?.
Cafres, los ingratos de siempre y las nuestras.
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