sábado, 3 de agosto de 2013

Llanto del Sol Laureado

“Al ver rebosar sus lágrimas como perlas,
las oculta enseguida por miedo al delator.”
(Casida de Al-Yawhar)




Este mes lunar estaba consagrado por los pueblos que se organizaron bajo la tradición celta al astro solar, bajo la advocación ibera de Lugus (cuervo), "aquel que ve más allá de las puertas del tiempo", próximo al Ianus etrusco, para regresar así al pasado y/o adelantarse al futuro. La necesaria hierogamia entre el sol y la tierra sacralizaba así el lecho de encuentro: el ara solis, convocando, al comienzo del -luego usurpado como- mes del emperador Augusto, a la asamblea congregada en torno al Concejo.

Para garantizar la productividad que requiere el imperio en tiempos de paz (oro, bórax, minie), aquellos que residían en el abrigo de los montes agrestes, fueron obligados a habitar en la planicie asolada y sometidos a transitar las pavimentadas calles de la urbe romana, desprovistos así del contacto directo con la tierra, jefes leales y domesticados bajo sagrado juramento.

Gobernados por el invisible yugo del sacramento al que juraron obediencia y lealtad, bajo la atenta presencia de los dioses por testigos, al Máximo Pontífice de Roma. El culto al laureado astro solar (Sun Laurentius), señor del camino y el umbral, únicamente fue tolerado a través de su dominador intermediario. 




Suele el imperio usurpar la simbología ancestral para asegurarse así la cúspide en la jerarquía sagrada, garantizada dicha suplantación por el celo y la estrecha vigilancia de los Collegia Fabrorum, aún vigentes en nuestros modernos días, así en la Tierra como en los Cielos.

Cabe a la inteligencia militar, allende los siglos, la pertinente sumisión de las masas a través de la propagandística manipulación de los símbolos. Las ciudades son parrillas meticulosamente programadas para el sacrificio cotidiano de los súbditos y contento de los dioses, mediante lazos tan invisibles como inexpugnables. En Gallecia, se sigue aún celebrando el 25 de Julio (una semana previa al Lughnasad) pero ya se ha olvidado el porqué.


Triunfó Augusto, sepultando bajo los adoquines la memoria. Debajo aguarda Gaia, anhelando encontrarse y fundirse con Lugus,  su luminoso amante. Lo que antaño fue un lecho donde se amaban los dioses, hoy es el grillete con el que las instituciones del imperio encadenan a los súbditos, profanando con total impunidad el santísimo sacramento de Lugh. Quizá por eso aún lloran la Perseidas.




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