“El
frio nos envuelve en su realidad,
nos
atrapa, como a la flor perenne
de
nuestro jardín.”
(Nadeem
Aslam)
“No
es fuerte quien agrede,
sino
quien sabe mantener a raya su enojo.”
(Al Bukhari)
(Al Bukhari)
Conseguir
recordar nuestro origen unitario venciendo la propia densidad y el péndulo del
extravío exterior es una proeza reservada a unos pocos, bien armados de
voluntad, disciplina, paciencia y guía certera para transitar por el laberíntico
escenario. Los demás vagabundean a trompicones en el olvido de la intención interior, que no es
sino dócil y cómodo autoengaño, prefiriendo ocultar que “yihad” no es guerra,
sino esfuerzo y servicio desinteresado.
La
solución no está en el aislamiento eremítico. Si hemos de hacer caso a Filón,
los esenios no vivían retirados en cuevas sino que, muy al contrario, su modo
de vida comunitario se desarrollaba en ciudades o poblados rurales,
distribuidos en en Thiasoi, Hetairíai y Syssítia, ocupando su vida en todo lo
relativo al bien común. Afortunadamente, no hemos inventado nada y la sabia misericordia
siempre derrota al rigor, pues nunca actúa bajo el brutal dominio del enojo.
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