“El
alma es el rey de la ciudad del hombre.
El
intelecto su primer ministro.
El
honor y la paciencia sus embajadores.
El
amor y el perdón sus generales.”
(Ibn
Arabí, Divino Gobierno)
“Cualquier
idioma sirve. Cualquier amor.”
(Antonio
Gala)
La
palabra está reñida con el secreto, así como la erudición con la vivencia. La
experiencia intelectual nunca puede ser sustituta del saboreo directo de los
misterios. Desde la premisa de la Unidad del Ser resulta pues necesario prevenir
sobre el abuso de las prácticas rituales y la estrechez en la interpretación de
los distintos textos sagrados que desoyen y desprecian el sentido último tras
la letra. Allí donde nuestra tecla impregna la red global y nuestros dones no
son sino herramientas para que el conocimiento de la divinidad alcance sin
distinción todos los corazones en esta incierta época tecnocrática, para que
cualquiera pueda, incluso hoy, amar al Eterno en el otro, a través de una vida
errante y desprendida que se consagra a la amada, socorriendo a viudas,
desfaciendo entuertos.
Nada
comunica tanto como el amor, no hay ley ni tiranía superior a ésta. No cabe
coacción alguna en religión. Ante el incrédulo o el escéptico, sólo el Eterno
responde. No resulta admisible ninguna otra voz. Prepotente guardián, do quiera
que vuelvas la mirada no hallarás otro rostro más integrador que Su Rostro.
Reconoce pues, de una vez por todas, la proximidad a tu Maestro y entrega tu
vida a la causa suprema, toda vez que liberado, y sólo entonces, seas verdadero
dueño de ella. Damasco, ahora que los herejes, aquellos que en el odio equivocaron el camino, acechan tus sagradas puertas, ¿está quizá preparado tu corazón para asimilar en intimidad la poesía de ese bocado de luz
pura? Do quiera te lleven, nunca abandones sus cabalgaduras.
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