“Lee a todos, escucha a todos,
pero no creas nada que no hayas
comprobado antes por ti mismo.”
(Bill Cooper, Behind a pale horse)
Una “voluntad” que quiera
permanecer oculta, escondida, para manejar, desde dentro, la sociedad “exterior”,
deberá garantizarse el secreto de sus intenciones y procedimientos bajo un
resorte ciertamente más sólido que el de un “frágil juramento”. Su eficacia real
únicamente estará verdaderamente garantizada por su absoluta independencia de lenguas,
paradigmas científicos, dispositivos tecnológicos, gobiernos, ejércitos,
religiones, obediencias, alianzas de capitales o debilidades humanas, esto es, su completo desarraigo
ético o regulativo. ¿Es posible encontrar algo así?
Maestros de la guerrilla, su discreción
les obliga a infiltrarse, en lugar de invadir; en aparentar transparencia donde
sólo hay amañamiento; en “orientar la elección” como mal menor frente a la extorsión
descarada. Sus recursos humanos, materiales y energéticos no pueden depender nunca
de la voluntad ni disponibilidad de terceros, a los que se verían
necesariamente sometidos. Son independientes, libres, eficaces, invisibles,
intraicionables, sabios: dioses.
Sólo hay un modo de atravesar el
férreo nudo que impide alcanzar la central de tan selecto club: cooptación.
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