“Lo que está aquí, está en otra
parte.
Lo que no está aquí,
no está en parte alguna.”
(Visvarâra-Tantra)
“No existe nombre o forma
capaz de poner coto
a la perfecta
Bienaventuranza.”
(Muhammad Dara Shikoh, Risala-i-haq-numa)
Reducir lo espiritual a lo
fisiológico (y no digamos ya a lo físico), más que un error, es una traición
tan peligrosa como tratar de reducir la consciencia a los límites del encéfalo.
Decía mi maestro y padrino que día si, día también, podemos tropezarnos por la
calle con algún aspirante sincero a la Suprema Sabiduría que, bien quizá como
mendigo o funcionario, quizá como banquero o político, académico o indignado, quedó
atrapado en las trampas psíquicas de la escala. Por lo general, la gente necesita
varias vidas para conseguir lo que a los
mejores les lleva años y, sólo en casos muy excepcionales, meses.
También por lo general (aunque no
siempre) las cosas se disuelven en la fuente en la cual se originan y a tal fin
disolutorio obedecen. El mantenimiento ha de entenderse, pues, como un proceso
meramente transitorio, en el que afincarse resulta perverso, satánico o, si se
prefiere, anti natural. Ello es válido para personas, corporaciones, imperios,
dioses e incluso ¿por qué no? también para universos. Tránsito real de la forma
tras la consciente posibilidad.
Que no hay poder sin
dueño, ni dueño sin poder, ¿verdad, padrino?
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