sábado, 23 de febrero de 2013

Corazón aprendiz


“Lo que está aquí, está en otra parte.
Lo que no está aquí,
no está en parte alguna.”
(Visvarâra-Tantra)
 
“No existe nombre o forma
capaz de poner coto
a la perfecta Bienaventuranza.”
(Muhammad Dara Shikoh, Risala-i-haq-numa)

 

 
 

Reducir lo espiritual a lo fisiológico (y no digamos ya a lo físico), más que un error, es una traición tan peligrosa como tratar de reducir la consciencia a los límites del encéfalo. Decía mi maestro y padrino que día si, día también, podemos tropezarnos por la calle con algún aspirante sincero a la Suprema Sabiduría que, bien quizá como mendigo o funcionario, quizá como banquero o político, académico o indignado, quedó atrapado en las trampas psíquicas de la escala. Por lo general, la gente necesita varias vidas para conseguir lo que a los mejores les lleva años y, sólo en casos muy excepcionales, meses.

 
También por lo general (aunque no siempre) las cosas se disuelven en la fuente en la cual se originan y a tal fin disolutorio obedecen. El mantenimiento ha de entenderse, pues, como un proceso meramente transitorio, en el que afincarse resulta perverso, satánico o, si se prefiere, anti natural. Ello es válido para personas, corporaciones, imperios, dioses e incluso ¿por qué no? también para universos. Tránsito real de la forma tras la consciente posibilidad.
 

Que no hay poder sin dueño, ni dueño sin poder, ¿verdad, padrino?



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