“Sin abejas, a la entera
humanidad le quedaría
únicamente unos cuatro años de
vida.”
(Albert Einstein)
La abejas de Delfos habían destilado
el néctar de su secreto trabajo. Tras ungir los labios con una infusión de
melisa e hidromiel, recostados sobre el abaton, el suave susurro de los terapeutas,
el crepitar de las solanáceas en el incensario y el lento y viscoso reptar de las grandes
serpientes amarillas nos invitaban suavemente a penetrar en el revelador trance
onírico. Tras aquella puerta, aguardaba la acogedora tierra de nuestros
antepasados, verdadera “patria” celeste. Pocas experiencias tan dulces y
trasparentes como la del volver de nuevo a lo eterno, como la de abandonarse al resplandor de las lámparas sagradas y regresar en la noche a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario