domingo, 28 de julio de 2013

Sine vera ecclesia

“Mejórate a ti mismo
y habrá un granuja menos en el mundo.”
(Thomas Carlyle)

“Empeñados en ser valiosos a nuestro prójimo,
basta con iniciarse en la larga y solitaria empresa
de perfeccionarnos a nosotros mismos.”
(Robertson Davies)




Prisioneros del espejismo de un desarrollo y progreso infinitos, solemos imaginarnos el futuro viviendo entre mágicos y sofisticados electrodomésticos que nos hagan la vida más fácil, en lugar de conviviendo en una comunidad de seres humanos mejores. Y en la cómoda espera de ese futuro tecnológico pluscuamperfecto, no conformamos en sobrevivir zombificados en una compulsión de consumo ostentoso, espiritualmente atolondrados y atrofiados en nuestro propio ensimismamiento alimentario, productivo, reproductivo y restaurativo, vegetando en manzanas de colmenas urbanas, salpicadas de iglesias y bares donde encontrar algún consuelo espiritual al absurdo vital asumido y un cómodo simulacro de comunidad.


Encorsetada, esclerotizada, abandonada a sí misma, entregada a una inercia avariciosa y explotadora que socava los fundamentos de su propia humanidad, ahora que es más necesario que nunca, nuestra sociedad se resiste a evolucionar y crecer hacia algo mejor. Nadie quiere abandonar sus objetivos e intereses personales en aras al bien común. Desde la conformidad, hemos aceptado la intromisión del caos que nos mantiene aislados, hemos cedido a las fuerzas de la disolución. Bastará de nuevo con que una pequeña minoría creativa de individuos auto-mejorados vuelva a organizarse y comulgar en secreto, semillas de eternidad de las que brotan imperios y los mantienen mientras no olvidan. La élite comienza siempre desde lo más bajo. Sólo desde el abismo del alma se comprende que “sine vera ecclesia, nulla salus est”.




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