domingo, 7 de octubre de 2012

Imaginero enamorado


“Allí donde no me abarcan cielos ni tierra
lo consigue un corazón.”
(Hadiz qudsi)
 
“Sólo el amor conduce a Él,
no la sabiduría.”
(Ibn Arabí)

 

 

 

Todo aquello en lo que confías posee un carácter divino para ti. Es importante y diferente del resto de cosas y personas en las que no confías. Aquello que consigue destacar de la oscura ambigüedad del horizonte de las cosas y producir en ti la poderosa fascinación de la confianza: enamorarte. Capta tu atención y hace que creas en su eficacia y la aceptes. Lo consideras, de algún modo, lo más verdadero, lo único real. Algo a lo que otorgas incondicionalmente estatuto de ser frente a lo difuso y relativo de todo lo demás. Haces, consigues, que sea especial para ti. De algún modo que sólo tú sabes, posee virtud, te satisface.

 
Espejismo. Autoengaño. Apariencia. Disfraz. Posible.
 

¿Qué hay por debajo? ¿Qué se esconde detrás? ¿Qué se oculta en todo ello? ¿Qué se resiste, una y otra vez, a ser atrapado? ¿Quién juega incesante? ¿Qué quién? Como siempre, ya se fue. Permanente escamoteo que no cesa. Que no cesa. Es como intentar abarcar lo impensable. Y en ese imposible desafío estamos. Enganchados. Se fue otra vez. ¿Quién sabe tras qué esta vez? ¿Quién sabe escondido tras qué nuevo dónde? ¿Quién sabe?
 

Delante, sutil peregrinar inacabable, siempre camino por recorrer. Otra vez.
 
 
 
 

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