viernes, 5 de octubre de 2012

¿Insufrible exilio?


“Trabajando en el campo, el verso llegó a mi boca.
Ahora sé que un río es luz, que hay una nueva primavera
y aún un nuevo modo de conocer.”
(Simón Bar Yojai)
 
“En cada letra encontrarás
numerosos mundos.”
(Hayim Vital)

 

 

 

Uno puede soportar la invasión y el exilio babilónico, 200 años de cruzadas, incluso las atrocidades del exterminio. Lo que resulta de todo punto insoportable es una realidad alejada de su fuente primigenia. Una separación abismal que requiere para su disolución del concurso colectivo de fuerzas sobre humanas, capaces de reunir amada con amado, amado con amada.

 

Esta crisis parece no tener fin, nos exige que asumamos eterno su tormento, nos paraliza instalándonos en una impotente irredención ante la que nada hay que podamos hacer, salvo un sordo agitarse y patalear. Un complejo y dinámico proceso sin sentido ni propósito. ¿Cabe mayor crueldad? ¿Cómo superar esta extensión infranqueable entre creador y creatura? ¿Qué teme la divinidad al refugiarse en los recovecos del infinito, tan lejos y ausente de su obra finita?

 



 
La inmanencia requiere un salto a otro mundo cuya separación del nuestro agónico hace posible la dialéctica interacción. La relación y el encuentro sólo son posibles desde la separación que se reconoce. Esta separación es creadora de permanente reunión: Creación.

 
 
Lo eternamente ausente así se encuentra en todas partes, en todas se reconoce, es posible -desde la mirada oportuna- en cada pensamiento, en cada palabra, en cada gesto, en todo tiempo y lugar. Ningún intersticio subatómico se halla libre de su gloria. Bendito sea en su omnipresente ausencia, el campo escalar, del que somos –lo queramos o no- necesaria vicisitud. Imaginaria posibilidad que, bien mirada, lleva la marca de la santidad.
 
 
 
 

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