“De la cósmica negritud brotan irisadas perlas,
más es en el confín del abismo interior
donde anida la luz que las procura”
(Ibn Arabi, Engarces de Sabiduría)
“Cuando la tierra sacudida por el terremoto
se desprende del lastre innecesario sobre ella,
nos preguntamos: ¿qué sucede?”
(Qurân 99, 1-3)
El fin del mundo será el fin de tu mundo, como consecuencia del propio despertar de tu alma y su progreso y evolución hacia el reencuentro con su fuente espiritual, allí donde todo lo que hasta entonces creías cierto y válido ante tus propios ojos quiebra y se desmorona. El fin del mundo será el fin de tu actual yo, su desvanecimiento. Una experiencia por la que muchos hombres y mujeres pasaron antes que tú. Y todavía siguen, a día de hoy, haciéndolo.
Interpretar tu propia existencia desde otra perspectiva radicalmente distinta, con otra mirada bien diferente, supone haber experimentado el encuentro con lo inefable, dada la brutal transformación. Estremece. Pone fin a tu cotidiano mundo. Cuando todo ese mundo acaba, lo que termina es, en realidad, tu propia inmersión en una ilusión. Traspasas el umbral de lo Real.
Bien mirado, no existe ninguna diferencia práctica entre el fin de tu mundo y el Fin del Mundo. Bien puede decirse que experimentas una suerte de muerte previa, donde la verdad que ocultaba tu corazón aflora y la máscara sucumbe. Perplejidad en lo eterno. No otra cosa es, para cualquiera, la unificadora muerte. Vívela. Vívela antes. Feliz nuevo fin del mundo. ¿Notas ya como te envuelven y arrastran sus aterradores estertores?
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