“En cada respiración se muestra
el camino de regreso.
Protege ese tesoro de
distracciones
en la guarida de tu corazón.”
(Ibn Arabí, Al-Futuhatu`l-Makkiyya)
La llegada del suave aliento otoñal
supone una ocasión privilegiada para tomar conciencia del sutil Aliento Sagrado que
impregna la total provisionalidad de nuestro efímero ser, el pulso vital que
entregamos con la misma docilidad que le recibimos en cada respiración.
Conviene recordar que el don de la vida –como todo lo demás- no nos pertenece. Tiene propietario.
Caminar sobre el crugir de las hojas rendidas
al impulso del aliento otoñal es un ejercicio estupendo para contemplar en
silencio nuestro reflejo en el espejo del alma, allí donde el paseo interior se
entrega dócil a la magia del paseo exterior. Tiene lugar el prodigio del
escandallo reflexivo, allí donde se pasa revista a nuestras acciones y
omisiones cotidianas, a lo que dijimos o dejamos de decir, a los potentes pensamientos
que en vano se esconden tras cada inhibición o
acto. Allí donde sabemos y reconocemos nuestro abandono a la maldad, el olvido siempre transgresor.
En ese beso sutil, preciso y
precioso, el aliento otoñal se torna don, instante de gratitud. Sabor y
presencia. Recuerdo de por qué y para qué seguimos vivos.
Germen de luz y temor.
Urgencia…
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