"Entretener: acción de distraer a
alguien
para impedirle llegar a hacer algo."
(Real Academia Española de la Lengua)
"Atrofiar: acción de privar a un organismo o célula
de su alimento fundamental
para inhabilitarle de cumplir adecuadamente
aquella función potencial a la que estaba
destinado."
(Real Academia Española de la Lengua)
"Después halló Jesús a aquel hombre paralítico
que había aguardado durante 38 años el descenso
del angel
sobre las aguas del estanque de Betesda
y su batir de alas junto sus cinco pórticos,
pero esta vez ya dentro del Templo, y le dijo:
Mira, ahora al fin ves por tí mismo que has sido sanado;
no peques más, para que no te venga alguna cosa
peor."
(Juan 5, 14)
Cuando uno tiene la suerte de visitar el museo
municipal de Saint-Germain-en-Laye, puede apreciar en vivo y en directo una de
las obras que mejor describen la historia del género humano y que, pese a su
elaboración a principios del siglo XVI, aún conserva intacta su vigencia
temática. Se trata de “El prestidigitador”, del maestro Ieronimus Bosch.
En ella se aprecia como la religión
institucionalizada, en este caso representada por el dominico ratero que alza
sus ojos al cielo, aunque sus diestra mano muestra el rostro de sus verdaderas
intenciones, extrae su fuerza vital al iniciado (inclinado y tocado con gorro
frigio), hábilmente distraído por las sociedades secretas (lechuza en la
cesta). Un perfecto entramado de distracción que sucede a este lado del muro.
La autocomplacida dama exotérica creé no distraerse, confundiendo su
total extravío de sentimentalismo con una honesta mirada al cielo, forma sutil
pero real de distracción. Y los demás se distraen con el espectáculo de la
distracción. Solamente dos curiosos personajes -ambos situados en la proximidad
al muro- parecen no distraerse, reclamando para sí nuestra atenta mirada: el
hombre de negro que destaca tras el autorretrato del pintor -incluso por encima
del pretencioso copete del trilero- y el aparentemente bonachón hombrecillo
verde, que parece (finge) proteger al único verdaderamente NO distraído de la
composición (cuando en realidad le señala y traiciona), y cuyo gesto meditativo
lo sitúa del otro lado de la escena: en el Templo recóndito, aquel que, sin
duda, conocía de primera mano nuestro boscoso pintor. Esa es la pieza a batir.
Desde el origen de los tiempos (del mismo Tiempo) la
historia de la humanidad parece ser una historia macabra fruto tenaz de una
tentadora distracción.Una distracción de la que, siempre que nos demos
cuenta (tal es el pacto), podemos recuperarnos, retornando a lo que es
verdaderamente esencial, volviéndonos hacia el interior, regresando al silencio
primordial, al no lugar, allí donde lo Real se oculta y aparece Eterno, para
que lo reconozcamos.
Los distractores profesionales no han descuidado la
oportunidad de pervertir y contaminar este esfuerzo por disolver la cotidiana
distracción que nos aleja de lo Real. Así, en nuestros agitados días, la
"meditación" se ha pervertido en una práctica que se aleja de la
Tradición, convertida y encarcelada en el campo semántico de la
"autoayuda" y el “coaching pseudo-espiritual”.
Por doquier se insta al buscador a que renuncie a la
posibilidad de toparse con algo sagrado trascendente, so pena de caer en la
manipulación "religiosa", instándole a esforzarse -eso sí- por
encontrar en vano, en su interior, una forma inmanente de lo sagrado que le resulte más
gustosa y diseñada a la medida de su egoico capricho y vanidad: nirvana,
éxtasis, conciencia cósmica, liberación...
Sabia maniobra satánica de pervertir la puerta de la
meditación trastocándola en distracción, para que así el buscador se aburra y
busque "nuevas distracciones" dentro y fuera de sí, pero ¡alejadas de
la puerta! Nos vemos, como le ocurría al paralítico del estanque de Betsaida,
esperando en vano el batir de alas del ángel para sanarnos: pero sin obtener resultados.
Se constata así el amargo descubrimiento de que -Extra
Vera Eclessia nulla Salus est- también somos incapaces de apreciar el tejido
mágico del emperador. Desesperados, contemplamos indignados como el Eterno
desdeña una vez tras otra el esfuerzo de nuestra ofrenda sincera, mientras
otros presumen del don de ser elegidos o iniciados. Un Dios así de injusto
exige nuestro total escepticismo o, mejor aún, nuestra justa rebelión y
venganza: Iustum Necar Reges Impios.
Parece que esto de distraerse no es nuevo. Aunque los
antiguos no tenían los supremos medios tecnológicos que tenemos ahora, a ellos
no les acuciaba el cambio climático, los extraterrestres, el fin del mundo o
-peor aún- el temor a padecer los sinsabores de estar inmersos en una crisis
eterna. Distracción, distracción, distracción. Entretenimiento. Atrofia...
Vera Ecclesia. Está en tus manos. No lo consientas. Todos los días. A penas veinte
minutos. Medita y persevera. No te distraigas. Ese es el pacto. Ese es el
pacto... Salus. Hygieia.
Hygieia.
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