“Para
sanar,
nada
como la conciencia
de
haber enfermado.”
(Paracelso)
Obstinarse
en no ver las cosas tal cual son -y no tal cual nos interesa hacerlas parecer
en público- constituye la forma más explicita de todo autoengaño, avocado a
generar en nosotros y a nuestro alrededor, altas dosis de sufrimiento. Nadie es
completamente sabio sin su lado ciego, so pena de confundir cultura y barniz.
Hay un largo trecho –inexcusable- de Troya a Ítaca.
Nuestra
esencial corporeidad sabe mejor que nadie cuando nos hallamos detenidos,
estancados, distraídos en círculos viciosos que nos impiden dar el salto hacia
el propio progreso, hacia la escalera del círculo virtuoso de la realización
personal. ¿Conformarse en la enfermedad de la mediocridad?
Hay otros caminos
que son mucho más dignos de ese nombre, por más que nunca –por profilaxis- aparezcan descritos
de un modo explícito. Quienes optaron por conformarse a los dones de la vía iluminativa, no
sabrán nunca a lo qué renunciaron, evitando ser incubados en la noche oscura del alma.
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