"Conócete a ti mismo."
(Delfos)
"Quise mostrar (reflejarme como espejo) mi tesoro escondido."
(Basora)
El mundo es sólo la sombra
(proyección), una actualización posible del Eterno. Todo aquello que nos resistimos a
reconocer en el espejo de nuestra conciencia, lo proyectamos en el espejo del
mundo: Visita interiorem terrae, rectificando (12 trabajos) invenies ocultam lapidam,
vera salutem. El camino heroico es aquel que conduce a cada ser humano a vencer
sus propias sombras, reconociéndolas, rectificando y así trasmutándolas, aquel en el que
se va produciendo esa codiciada alquimia interior que inunda paulatinamente su alma de resplandeciente luz.
Para que lo cultivado humano sea
elevado a lo divino, se requiere un permanente “hacer sagrado”, siempre reconociendo
y rectificando, en virtud de una alquimia interior progresiva y transmutatoria,
todo aquello que nos aleja de lo celeste (inteligencias planetarias
interpuestas) iluminando aquellas instancias que aún no reconocemos como
propias. La Obra redunda así de un continuo esfuerzo de autoconocimiento,
espejos que reflejan -en orden decreciente- y recrean –en orden ascendente-
otros espejos saturnales, joviales, marciales, solares, venusinos, mercuriales,
lunares y, finalmente, terrestres, allí donde la tierra no es sino reflejo
consecutivo (resultante) de los sucesivos cielos.
Cada nuevo grado de conocimiento
es tal únicamente por que, al reflexionar cada vez más y más profundamente, nos
eleva, limpiando así nuestra conciencia (que se expande). Es así como se
proyecta fuera el oro, allí donde –disipadas las tinieblas interiores y
desenmascarados los seductores carismas- en la intimidad más intima se descubre
escondido (oculto). El espejo “reconoce” Lo que (antes sólo) refleja. Leer y
releer incansables los pormenores de la sombra, hasta descifrar, más allá de la
pericia del sabio, la indiferenciada niebla primigenia. Del granado que florece
en septiembre, pocos frutos resisten en sus ramas en diciembre.
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