“Quien coge verbena por San Juan,
ni ruina, ni pestes ni ningún otro
mal.”
(Popular)
“Van de noche los mozos y mozas,
henchidos de fuego a coger las rosas.”
(Popular)
Desde tiempos ya inmemoriales, se
conocen los efectos que la delicada flor rosada de la verbena, planta sagrada
de primer orden, ejerce sobre la hembra humana, ligeramente sedante e hipnótica,
al favorecer la producción de nutritiva leche y contraer grácilmente el útero. Quizá
por ello, sirva aún hoy en día como socorrida etiqueta para designar los concilios
rituales populares, que han sobrevivido (superstitio) al paso demoledor de la iluminada modernidad.
La presencia de sus pétalos en el agua lustral, otorga la disolución de sutiles principios muy activos, que garantizan el éxito de cualquier banquete digno de ese nombre. Las proliferación de hogueras con las que festejar la noche más breve (e intensa) del año, y celebrar con ello la cósmica estabilidad del orden solsticial, habrán relegado -en su mayoría- a la niebla del olvido tan necesario ingrediente, salvo aquellas encargadas de preservar y proteger, entre salto y salto, los ecos de la tradicional memoria.
Fuego que sobrecoge al alma que
en él se reconoce. De todos los deseos que se formulen en una noche tan mágica como
esta, habrá siempre uno que estará garantizado: ¿Adivinan cuál?
No hay comentarios:
Publicar un comentario