martes, 25 de septiembre de 2012

Argos transmutado


“Ata con cuidado a esta blanca ternera
junto a un olivo de Nemea.”
(Hera a Argos Panóptes)
 
 
 
 
 
Los celos de Hera por Io/Isis, convertida en blanca ternera, no terminaron ni aún con la decapitación de Argos, su vigilante infinito, de la mano de un Hermes, seductor tan hábil como mortífero, encomendado por Zeus.
 
Argos perdió así la cabeza, más no su céntuple mirada, que quedó ya para siempre inmortalizada en la cola del pavo real. Épafo/Apis, fundador de la estirpe egipcia, hijo Zeus e Io/Isis, empero, no pudo ser salvado a tiempo de la voracidad de los malogrados Titanes, antes de ser puestos a buen recaudo por su fogoso padre.

Pasiones tan intensas como las de Zeus, siempre van aparejadas de unos celos tan furiosos como los de Hera. Amor y odio, siempre de la mano.

Argos Panoptes fracasó así en su último trabajo de vigilancia perseverante y ello le costó una vida de total y fiel entrega a su diosa, de lealtad y esfuerzos que, al fin y al cabo, resultaron necesarios para su sagrada transmutación en ave. La fuerza de su atención, quedó trocada en fuente de belleza. Es lo que siempre tienen las causas: efectos. Tal es la inexorable ley de la magia.



 
 

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