domingo, 2 de septiembre de 2012

Hermosa huella

“En su secreto circunvalan los refinados de espíritu,
imparables hacia el amor caminan sus corazones.”
(Ibn Arabí, Tannazzulat al-mawiliyya)
 
“No te asustes cuando te asalte la hostil indiferencia
por calles y avenidas, por cárceles y trampas, por tumbas infinitas.
No temas la vorágine, ni huyas del torbellino, ni cedas al rigor.
Regresa siempre al dulce pálpito del silencio.”
(Omar Khayyam, Rabaiyyat)

 

 

 

Sólo quién verdaderamente ama la belleza eterna, la oculta tras la belleza efímera de las cosas. La belleza que se oculta en la sabiduría, en la destreza, en la soltura, en la vivacidad, en la finura de rasgos, en la gracia de los movimientos, en la ligereza de gestos, en la generosidad y en la valentía, para que el alma noble así las descubra y reconozca. Poderosa es la fuerza del recuerdo.

 

No somos capaces de ver fuera sino la belleza que guardamos dentro del alma, la que en su espejo verdaderamente se conmueve y rinde porque se atesora. Que llega la belleza al alma antes que a los sentidos. Que bien reconoce a su imagen la humilde semejanza, y se muestra agradecido lo que se sabe posible gracias a lo necesario. Bien poderosa es la fuerza del recuerdo.

 

La celosía del alma sabe más de la luz que oculta que de la que la traspasa. Amor que fluye entre el temblor de dos espejos, dejando grácil la huella de su hermosura. Verbo, palabra que fluye hecha acción. ¡Cuán poderosa es la fuerza del recuerdo!
 
 
 
 

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