“La probabilidad de explicar la evolución por azar
es la misma que la de un tornado pase por un desagüe
y deje montado un Boing 707 operativo.”
(Fred Hoyle)
“La creencia es la muerte de la inteligencia”
(Robert
Anton Wilson)
“Hemos de investigar la estructura íntima del universe
como si hubiera algo sospechoso,
una especie de tufo a pescado metafísico
que delatara el artificio del demiurgo.”
(Phillip K.
Dick, Cryptica Scriptura)
Lejos de lo que nos contaron en las clases de física del
cole, el universo no está compuesto de energía: es energía en estado ordenado, “al
orden”. Un orden que no solo es pre-universal, sino que continuará aún más enriquecido -si cabe-
tras el colapso de nuestro “actual” universo. Tranquiliza saber que nada se perderá.
Todo queda en la Memoria. ¿Tranquiliza?
En su coherente continuidad dinámica y compleja, el Orden implícito
del que nos hablaba David Bohm “optará” así por reorganizar el actual estado de
cosas o llevarlas a su total desaparición, que no es sino otra forma más de
re-organización, y aprenderá de la experiencia del proceso (pro-theteia):
aquello que es impulsado a su límite, a su finalización.
No sé qué parte de la “ciencia oficial” estará dispuesta al
fin a admitir –si con ello conserva su fuente cotidiana de garbanzos- que el
campo escalar es holográfico, esto es integra toda la información (Hokma) en
cualquier bosón. Todo está conectado y nada desaparece. Listo para cualquier
nueva auto-organización (big bounce). Los que alteraron de forma adecuada su
conciencia estuvieron “allí”, pero tuvieron severos problemas para contar lo
que supieron de forma inequívoca a su vuelta. Sólo Higs habló, tan bajito, que
ya no pudieron callarlo. Al final, todo se sabe. Nadie se va a ir de rositas. Nada tan ilusorio como confiar que sirve mudarse a otro multiverso. El hedor eterno del tufo metafísico siempre permanece y nos delata. A las pruebas me remito: "Aquí seguimos". ¿Otra copita del Leteo?
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